# 6

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Luego de aquella noche, Lionel emprendió vuelo a Rosario junto a su familia. Emi lamentó no haberse despedido bien. Sin embargo, aún seguían en el mismo país. Y eso ya era demasiado. No dejaría que volviera a París sin poder verse una vez más.

Mientras tanto, él volvía a su casa familiar en Mar del Plata. Sus padres, tíos, primos, todos lo recibieron con los brazos más que abiertos, con un orgullo que sobresalía del pecho. Emiliano realmente estaba viviendo el tiempo de su vida. No necesitaba nada más.

Lo cierto es que era un tipo bastante familiero. Bah, la profesión que ejercía no le dejaba opción. La vida del futbolista termina siendo tristemente solitaria si uno no se hace el tiempo para formar una familia propia.
Esto no quería decir que Martínez se viera obligado a ello, claro que no. Él amaba a Mandinha y, eventualmente, la idea de ser padres fue un deseo en común.

Y justamente por ese amor que él siempre pensó incondicional, es que ahora ni siquiera se sentía digno de mirarla a la cara.

El tiempo de calidad compartido con su familia marplatense llegó a un final. Era de madrugada, los niños ya se habían dormido. Martínez se encontraba junto a su esposa en una habitación. Ella leía mientras él miraba algún partido grabado en el televisor.

En el ambiente solo se podía escuchar el relato futbolístico, acompañado con las vueltas de página que la mujer daba cada tanto.
Dibu estaba incómodo. Se odiaba por si quiera estar pensando en otra persona mientras tenía al lado al amor de su vida.

No solo en otra persona, en un hombre. Y no cualquier hombre, sino el mismísimo Lionel Messi.

─¿Pasa algo, amor? ─Mandinha rompió el silencio. Pues claro, ella conocía a su esposo. Lo notaba tenso. ─No le estás prestando mucha atención al partido, se ve.

Martínez la miró, volviendo en sí.

─¿Eh? No, nada ─suspiró, recostándose en la cabecera de la cama.

─Estás así desde Qatar... ─la mujer cerró su libro, dejándolo en la mesita de luz y dedicándole toda su atención a Emiliano. ─Emi, ¿querés hablar?

Hubo una pausa. Martínez titubeó, pero decidió hablar.

─Es que, como que la situación se siente irreal, ¿no? ─confesó. Lo que su mujer no sabía es que lo dicho se referiría a dos cosas. Primero, la copa del mundo, claramente. Y segundo, todo lo ocurrido con Messi en los últimos días. Se encontraba perdido. Sentía que había hecho un gran retroceso. Probablmente necesitaba severas sesiones con Martín, su psicólogo.

Mandinha sonrió serena, tomando las manos del Dibu. ─Y... Era tu sueño, ¿o no? A veces es difícil creérsela. ─se acercó más a él. ─Pero vos te la mereces, más que nadie.

Emiliano se sintió más consolado. Últimamente jugaba el papel de nene llorón como le había dicho Messi, y no le gustaba para nada. No quería verse tan vulnerable, ni parecer una carga. Pero no podía evitarlo.

─Más que Leo, no creo. ─bromeó. Mandinha dejó escapar una risa, recostandose en el pecho de su marido.

─Leo ayer me dijo que andabas sensible. ─Martínez abrió los ojos, asustado. Mandinha hablando con Lionel, le aterraba. ─Y sé que cuando desapareciste, te fue a buscar. ¿Hablaron?

El corazón de Emiliano buscaba salir de su pecho. Empezó a latir más rápido, e intentó evitarlo, pero falló. Y aquello no pasó desapercibido para su mujer, quien se encontraba en su pecho. ─Eh, sí. ─no emitió mucho más. No quería ponerse en evidencia.

─¿Qué pasa? ─dijo risueña, refiriéndose al desenfrenado latido de su marido. ─¿Todavía te pones nervioso cuando hablamos de Lionel?

─¿Cómo? ─rió suave, algo agitado. Miró hacia abajo, con miedo de enfrentar los ojos de Mandinha y encontrar sospecha. ─Si eso era cuando era pendejo, cuando no lo conocía. Ahora es un amigo más. ─aunque sentía que asumía demasiado al decir aquello. Tal vez Lionel no lo sentía tan cercano.

─Si estaba jodiendo, amor. ─Emiliano suspiró. Ella giró, acomodándose como para dormir, aún sobre él. ─ Pero estoy segura de que te casarías con él si pudieras.

Claramente Mandinha dijo aquello como una broma, una recurrente en sus años de noviazgo, donde Emiliano le comentaba lo mucho que admiraba a Messi, y como añoraba jugar con él codo a codo. No solo eso, sino que, antes de que su esposo conociera a Lionel, Mandinha siempre fue de hacer chistes sobre el supuesto enamoramiento de su chico hacia Messi. El cual no lo negaba, como todo fan de Messi.

El problema estaba en que él ya no era solo un fan. Él ya no solo lo veía por televisión; lo frecuentaba en torneos, amistosos, entrenamientos, hasta incluso en asados. Se lo encontraba en los baños de los estadios, en los vestuarios. Y no solo intercambiaban un par de palabras, sino que sus propios labios habían llegado a pasarse por el cuerpo del contrario. Y de solo pensarlo, ahora, en la cama con su esposa, Emiliano tenía escalofríos. Ya no podría tomar aquellos comentarios como simples chistes. No cuando habían dejado de serlo.

─¿Amor? ─Martínez notó que no había respondido a la broma. El ambiente se había puesto extraño, de la nada.

─¿Mhm? ─emitió, ignorando totalmente el comentario sobre Lionel.

─Eh... Nada. Buenas noches. ─sonrió desganada, finalmente cerrando los ojos. Emiliano besó su frente.

─Buenas noches. Soñá con los angelitos.

Y Mandinha no tomó la situación como alguna señal. Simplemente la dejó pasar. Sin embargo notaba demasiado extraño a su esposo desde La Final. Y no en general, sino sólo con ella. Lo había visto interactuar con todo el mundo como siempre lo hacía, mas cuando estaban a solas, él se inhibía. Y eso no había pasado en años.
Aún así, podrían ser demasiadas cosas, no tendría porqué sospechar nada. Quería hablarlo con Emiliano, y le había dado el pie para hacerlo. No obstante, él se encargó de evitar la pregunta y, como si no fuera suficiente, de ponerse nervioso al hablar de uno de sus compañeros.

Con todo aquello en mente, a Mandinha le estaba costando conciliar el sueño.

Mientras tanto, el Dibu tanteaba su celular. Tenía notificaciones.
Los mensajes de Lionel se relucían en la pantalla. No tuvo el valor de entrar al chat, pero los miró desde la barra.

Eran mensajes en privado. Su celular estuvo a nada de resbalar de sus manos. Probablmente por la emoción, o porque Messi había pensado lo mismo que él. O porque Messi había pensado en él.

Los mensajes habían sido enviados por separado, pero formulaban una sola frase.

"Emi, ¿el viernes estás ocupado?"

𝗞𝗜𝗦𝗦𝗘𝗦 𝗔𝗡𝗗 𝗥𝗘𝗚𝗥𝗘𝗧𝗦 messi, dibuWhere stories live. Discover now