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Emiliano abrió la puerta de casa, observando la sala vacía y escuchando el bullicio proveniente del patio. Decidió subir a cambiarse antes de saludar, así que pasó de largo a las escaleras.

Fue sorprendido por la figura de su esposa bajando por estas, mirándolo extrañada, sin embargo sonriéndole igual. Martínez le correspondió la sonrisa, tomándola por la cintura y besándola.

─Hola. Perdón que no te avisé ─habló apenas se separaron. Mandinha negó.

─Está bien, es mejor no manejar alcoholizado ─dijo comprensiva, haciendo sentir culpable a su esposo. Después de todo, le había creído. ─¿Subís a cambiarte y venís? ─consultó, refiriéndose al asado que tomaba lugar en el patio.

Ya era 24 de diciembre. La familia de Martínez había comenzado con su víspera navideña desde temprano, se veía.

Asintió, soltando su cintura y adentrándose en el pasillo del segundo piso. Entró a la habitación, sin tardar mucho en cambiarse. Una bermuda negra con una musculosa blanca bastaron. Además seguro se daría un chapuzón.

Cuando bajó, Mandinha seguía en la cocina, al parecer preparando una picada. Emiliano se le acercó, abrazándola por detrás firmemente. Sentía que no le estaba proporcionando el cariño que se merecía. Y aunque a veces tenía imagenes sobre Lionel de la noche anterior, intentaba borrarlas y reemplazarlas con nuevos planos de su esposa, quien sabía que lo amaba demasiado. Tenía que aprovecharlo, ¿no?

Besó su cabeza, robándole una risita.

─¿Algo especial por lo que estés tan cariñoso?

Dibu rió en su oreja, negando.

─¿No te gusta?

─Sí, me gusta. Te extrañé ─expresó, refiriéndose a todo el mes difícil que habían transitado. Entre presiones, risas y felicidades. Aunque no habían tenido mucho tiempo para estar juntos. Así era el trabajo.

Emiliano sonrió y siguió con lo suyo. Luego de un rato, salieron y disfrutaron un buen tiempo en familia. En algún punto de la noche, el arquero pensó que tal vez Lionel tenía razón. No merecía la pena tirar toda su vida por la ventana solo para mantenerse al lado de su ídolo. Y aún así, sabía que le costaría susperarlo. Al fin y al cabo, el corazón no conoce la lógica ni la racionalidad. Uno no puede controlar lo que siente, por más que sea una locura.

Más tarde, yéndose a dormir, decidió agarrar su celular y revisar las redes. rápidamente en el inicio, le apareció una publicación de Messi y su familia. Le dio risa la ropa que vestía el delantero, se veía más pequeño de lo normal. Como un duende.

Respondió los mensajes del grupo donde se encontraba todo el plantel, nada especial. Supo que fue ingenuo de su parte el esperar un mensaje en privado de su capitán, no habían excusas para escribirle.

Y así, los días comenzaron a pasar. Fue navidad, al otro fin de semana llegó el año nuevo. Otra vez respondiendo mensajes en el grupo, todos deseándose un próspero 2023. Pero esta vez, un mensaje medio largo de un contacto nombrado Leo Messi lo sorprendió.

Era de diez líneas. Largo, considerando lo cortante que era Lionel por mensaje. En resumen, le deseaba muchos éxitos en la carrera, que estaba muy orgulloso de lo que había logrado. Y que él no era de tener favoritisimos, pero aún así sintió necesario destacar el gran año de Martínez en cuanto a lo profesional. Emiliano sonrió enternecido al leer todo, al borde de las lágrimas. Messi sabía usar las palabras exactas para emocionarlo.

Le respondió de igual forma, escribiéndole al otro todo lo que ya sabía. Obviedades. Únicamente intentó ser cortez y no dejarlo colgado con un mensaje así.

𝗞𝗜𝗦𝗦𝗘𝗦 𝗔𝗡𝗗 𝗥𝗘𝗚𝗥𝗘𝗧𝗦 messi, dibuWhere stories live. Discover now