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Tiempo después de la premiación, el festejo continuó en los vestuarios.
A medida que los jugadores iban entrando, se destapaban más y más cervezas. Se recitaban más y más cánticos, entre risas y bailes. Emiliano se sentía en la cima del mundo. Miraba a su alrededor y no le alcanzaban las palabras para explicar lo que estaba viviendo.

Unas invasivas ganas de llorar se hicieron presentes. No de tristeza, o alegría. Únicamente emoción. Aquellas últimas semanas había sido incapaz de controlar sus emociones fuera de la cancha.

En un suspiro, miró al resto y supuso que nadie notaría su ausencia en un corto tiempo. Probablemente sí, pero necesitaba un tiempo a solas en el baño para procesar lo que estaba ocurriendo.

Dejó el trago en el suelo y salió entre risas, encontrándose con un pasillo semi-vacío. Se encaminó al baño más cercano, tragándose un par de lágrimas.

Una vez se encontró frente a la puerta, al cruzarla, pudo suspirar con alivio sabiendo que se hallaba solo.
Apoyó sus manos sobre la encimera fría, viéndose al espejo.

—La puta madre... —soltó, chasqueando la lengua, mientras abría el grifo para echarse agua en la cara. Tenía que espabilarse. Eran campeones del mundo, había tenido una actuación excelente allá afuera, ¿Qué otra preocupación podría tener? Las presiones habían cesado.
Tal vez era lo acostumbrado que estaba a estar bajo presión, que ahora no encontraba respuesta. ¿Por qué tenía que sobrepensarlo todo?

De repente, uno de los cubículos se abrió, asustando al arquero y haciéndolo sobresaltar en su lugar. Dio la vuelta y lo vio. El capitán del equipo lo miraba confundido.

—¿Todo bien? —Lionel habló, seriamente preocupado. —O qué onda que andas puteando —comentó gracioso, acercándose para lavarse las manos.

Emiliano emitió una risa casi sin fuerzas. Evitando hablar, sino podría delatar lo quebrada que se encontraba su voz.

Messi terminó y apenas miró a Martínez, este le devolvió la mirada. Se encontraban extrañamente cerca. Para el común, el poco espacio que compartían se podría considerar como invadir el espacio personal del otro. Además, con la diferencia de altura, Lionel tenía que simular que miraba el cielo para poder ver los ojos del otro.

—Emi, ¿estás llorando? —preguntó Lío, estirando sus brazos para alcanzar el rostro del contrario. Acunó sus mejillas en sus manos, haciendo círculos con sus pulgares. Emiliano no aguantó y dejó salir las primeras lágrimas. Messi comenzó a limpiarlas.

—No entiendo, Leo. Me siento como un pelotudo, no sé porqué lloro. —admitió, dejándose mimar por su capitán. Soltó otro suspiro, de los tantos que dejó escapar en el día.

La situación le recordaba mucho a aquellos días en la Copa América. Tal vez seguía siendo el mismo tipo que en ese entonces. Sabía con seguridad que no, pero reaccionar de la misma forma aún habiendo ganado la copa del mundo, no lo convencía del todo.
La situación y la misma persona: Lionel. Otra vez Lionel, otra vez sus cuestionamientos extraños, lo que no entendía que sentía cuando estaba al lado del mayor.

Ahora mismo, pudo encontrar una de esas tantas respuestas. Lo que Messi le transmitía era calidez
Él quería a todos sus compañeros de equipo, con todos tenía relación, buenos recuerdos, un buen vínculo. Pero Messi era distinto. No solo porque fue su ídolo una buena cantidad de tiempo, sino porque también había estado allí para guiarlo cuando todavía no era nadie a los ojos del mundo. Podía reafirmar que moriría por él.

Con tantos pensamientos cruzando su mente, no supo cómo ni cuándo tomó el valor de estrujar el pequeño cuerpo de Lionel en sus brazos. Cruzó sus extremidades por su cintura y lo elevó para sentarlo en la encimera, así sus cuerpos estarían más nivelados.
Messi sobresaltó al sentir el agarre en su cintura, pero sonrió al ver que Emiliano reaccionaba y no estaba muerto.

𝗞𝗜𝗦𝗦𝗘𝗦 𝗔𝗡𝗗 𝗥𝗘𝗚𝗥𝗘𝗧𝗦 messi, dibuDove le storie prendono vita. Scoprilo ora