Capítulo 10

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Rhaelys bajó de su dragón bajo la atenta mirada de todos los que se encontraban en la coronación. Subió al lado de Aegon y sacó un pergamino.

- Parece ser, señor Otto, que tu intento por conseguir poder a resultado en vano.- empezó a decir Rhaelys.- Aquí tengo una carta enviada por el rey Viserys, con su firma al final y su dedo marcado en sangre.

Los pocos pueblerinos que se encontraban allí empezaron a murmurar.

Rhaelys desenrolló la carta mandada por su padre y empezó a leerla.

Yo, el Rey Viserys de la casa Targaryen, el primero de su nombre, rey de los Ándalos, los Rhoynar y los primeros hombres declaro lo siguiente.

Al que ha sido mi ayudante, Otto Hightower, tengo el placer de decirle que queda relevado de su puesto de mano derecha del rey por el intento de usurpación del trono de hierro en mi ausencia y será desterrado del reino para siempre o en otro caso hasta que yo, el rey Viserys o mi heredera la princesa Rhaenyra decida lo contrario. Tampoco se le dejará comunicarse con su hija Alicent o sus nietos.

A mi esposa Alicent, que todo derecho a decisión en cualquier momento será denegada y nada más será vista como la esposa del rey, no tendrá ni voz ni voto en cualquier situación del reino. El incumplimiento de mi ley por parte de la reina Alicent tendrá un severo castigo.

A Sr Criston Cole, el guardia personal de la reina, perderá su título y volverá a ser un simple guardia del reino y tendrá prohibido estar cerca de la reina Alicent hasta que yo lo decida.

En este caso, nombro a mi hija Rhaelys Targaryen, como mi mano derecha hasta que el reinado sea pasado a mi heredera y hasta nuestra llegada al reino será la encargada de el reino.

Firmado, 

El Rey Viserys I Targaryen.

- Ya han oído la petición del Rey Viserys.- dijo Rhaelys a todos los que se encontraban allí.- Y por el poder que me ha sido otorgado durante estos días, declaro a la princesa Rhaenys Targaryen, reina hasta la llegada del rey.

Rhaelys se acercó a Aegon extendiéndole la mano a lo que el pobre muchacho entendió y le entregó la corona. 

Rhaelys con su magia cambió el diseño de la corona de Aegon el Conquistador y se acercó a Rhaenys.

Rhaelys con su magia cambió el diseño de la corona de Aegon el Conquistador y se acercó a Rhaenys

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Rhaenys bajó de Meleys y se acercó a Rhaelys agachando una rodilla.

- Por el poder que me ha sido otorgado, yo, princesa Rhaelys Targaryen y mano derecha del rey, proclamo a la princesa Rhaenys de la casa Targaryen reina de los siete reinos por unos días hasta que el rey y su familia vuelva.- recitó Rhaelys y le colocó la corona a Rhaenys.

Dejándola en el trono se acercó a Otto.

- Adelante, despídase, puede que no vuelva a ver a su familia.- le dijo Rhaelys con una sonrisa burlona en el rostro.

Otto, enfurecido y apretando la mandíbula, marchó sin siquiera despedirse de nadie.

La rubiofresa se acercó a los demás.

- Helaena, puedes ir a descansar.- le dijo Rhaelys.- No te merecías esto, lo siento.

Helaena asintió y antes de irse a su habitación le dio un corto abrazo a su medio hermana.

- Alicent, ya no la necesitamos aquí, puede irse.- le dijo a la reina.- Y Sr Criston, vaya a su lugar con los demás guardias.

Cuando ambos marcharon y finalmente Aegon, Aemond y Rhaelys quedaron solos, ella los miró fijamente.

- Tenemos que hablar muy seriamente.- les dijo muy seria.- Síganme.

Y los tres marcharon de la sala del trono dejando a los guardias y Rhaenys desalojar el lugar.

Aemond y Aegon esperaban a Rhaelys en su habitación mientras esta se encargaba de dejar libres a sus dragones cerca de Pozo Dragón

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Aemond y Aegon esperaban a Rhaelys en su habitación mientras esta se encargaba de dejar libres a sus dragones cerca de Pozo Dragón.

- Al paso que vamos nunca conseguiremos enamorarla.- le dijo Aegon a su hermano.

- Hmm.- gruñó Aemond.

- ¿Solo dirás eso?¿En serio?.- le miró incrédulo su hermano.

- ¿Qué quieres que diga?.- le contestó con otra pregunta.- ¿Quieres que te felicite por arruinar nuestra relación con ella poniéndote en su contra?

- Sabes que no tuve elección.- le reclamó Aegon.- Madre no me hubiera dejado decidir.

- Hmm.- volvió a gruñir Aemond.

Aegon suspiró de impotencia cuando Rhaelys apareció por su puerta cerrándola de un fuerte golpe.

El hijo mayor saltó en su sitio mientras que Aemond miraba todo serio.

- No sabéis en lo que os habéis metido.- empezó a hablar Rhaelys mientras se acercaba a ellos.- No tenéis ni idea de la suerte que habéis tenido al no ser nombrados en la carta de nuestro padre. ¿Y si os hubiera desterrado junto a vuestro abuelo?¿Si quiera habéis pensado en las consecuencias?  

- No tuvimos elección, madre nos tenía amenazados.- le replicó Aegon.

Rhaelys le lanzó una mirada enfurecida que lo mandó a callar.

- ¿Y no podrías haberme mandado una carta?¿En serio?- refutó la amazona.- No os atreváis a ponerme excusas Aegon y lo mismo va por ti Aemond, podrías haberme avisado.

Aemond agachó la cabeza y se quedó mirando el suelo arrepentido.

Rhaelys gruñó y siguió hablando enfurecida.

- Si hubierais hecho las cosas bien esto no habría sucedido.- reclamó la rubiofresa.- ¿Sabéis lo que es enterarse por otro lo que estaba ocurriendo aquí?¿Sabéis lo mal que lo pasé al pensar que vosotros me traicionasteis? No tenéis ni idea de lo enfadada que estoy con vosotros. Tendríais que tenerme más miedo a mi que a vuestra madre. No sabéis de lo que hubiera sido capaz si...

Rhaelys no pudo acabar de hablar cuando sintió unos labios chocar contra los suyos.

Sin pensarlo mucho siguió el beso. Los labios del perteneciente eran suaves y se amoldaban perfectamente a los suyos. Tenían un sabor dulce y almizclado hasta que la lengua de su besador le acarició sus labios y decidió apartarse.

Rhaelys agitada y con el rostro sonrojado se fijó en su besador. 

Nada más ni nada menos que Aemond, delante suya, se encontraba con los labios hinchados y con una pequeña sonrisa que le enmarcaba la cara.

- ¿A que vino eso?- dijo una más relajada Rhaelys.

- No te callabas y parecía que te iba a dar un ataque de nervios.- murmuró Aemond.

Aegon veía toda la escena entre celoso y asombrado, puesto que le gustaría haber sido el el que tocara los labios rojizos y regordetes de su hermana.

Toda la habitación se sumó en un silenció inquebrantable hasta que una voz dijo.

- Cásate conmigo.

-¿Qué?

La bastarda del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora