Un nuevo hogar

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La chica volvía sola a casa por una larga calle con poca iluminación. Quizás el irse de la discoteca sin sus amigas fue una mala idea. Todos saben la de cosas que pueden pasarle a una chica cuando vuelve sola a casa por la noche.

Rápidamente se dio cuenta de su error, y llamó a Carla. Quería decirle que si la podían acompañar a casa, pero no hubo respuesta.

Seguramente a estas alturas, ella ya estaría ocupada bailando con aquel chico que tanto le había llamado la atención. O tal vez no escuchó el teléfono.

La pobre empezó a preocuparse, ya que desde la discoteca hasta su casa habían 15 minutos de camino.

Pensó que sería peor quedarse ahí, quieta, y empezó a caminar hacia su casa muy atenta a todo lo que pasaba a su alrededor. El camino estaba oscuro y solitario, como en las películas de terror.

Ya solo quedaban 5 minutos para llegar a su casa. Ella cada vez se sentía más segura. Por fin llegaría a su casa, podría ponerse el pijama y finalmente meterse en la cama para descansar del día que había tenido.

La pelirroja ya veía su portal en la lejanía. Se dispuso a ir sacando las llaves de su bolso cuando de repente sintió que alguien le tapó la boca con un trapo empapado en cloroformo.

El trapo tenía demasiada cantidad de dicha sustancia, como para hacer que una persona se desmayase al instante. A la pobre no le dio tiempo a reaccionar y se desmayó casi al instante.

*    *    *

Cuando despertó, unas horas después, estaba en un lugar completamente desconocido para ella. Una especie de habitación de invitados.

Se fijó en si la habían herido o algo parecido, y se percató de que sus pertenencias ya no estaban. Su móvil, sus llaves, su cartera y su bolso, todo había desaparecido.

Bryn entró en pánico. No sabía en dónde estaba y quién estaba ahí, o las intenciones que tenía. Empezó a arrepentirse de haber salido de la discoteca sola.

La chica salió de sus pensamientos al escuchar una conversación que venía de una habitación no muy lejana a la suya.

—No sé por qué haces esto, ya te dije que me las apaño bien yo solo —decía una voz en un tono frío.

—Venga, no seas así, aún encima de que te consigo una criada. Créeme, me lo vas a agradecer, incluso hasta podrías tener algo con ella — declaraba otra voz, algo más apagada.

—Ya te dije que no. No la quiero para nada, no la necesito, estoy bien solo. —protestó una de las voces, comenzando a enfadarse.

—Mira, esto lo hago por tu bien, eres uno de mis mejores sicarios, y quiero compensarte por ello. ¿No crees que todo te sería más fácil si ya tienes a alguien que lo haga todo por tí? Además, si no estás contento, puedes matarla, o dejar que se vaya, aunque supongo que optarás por la primera opción.

Bryn se quedó congelada. ¿Ahora trabajaría para un sicario?

La pelirroja se quedó pensando. Los sicarios suelen trabajar en las mafias, y su trabajo es matar a gente. Nada podría salir bien en ese lugar.

Su paranoia se vio interrumpida cuando dos hombres entraron en la habitación y la sacaron a la fuerza, agarrándola por las muñecas. No puso resistencia ninguna ya que todavía estaba asimilando la información que acababa de escuchar.

Cuando se dio cuenta, estaba en un salón y frente a ella estaban un chico de pelo negro con el cabello algo despeinado, bastante atractivo y un anciano que se le veía algo "destrozado". Seguramente porque no le quedase mucho tiempo de vida.

—Hola linda, permite que me presente, soy El viejo, y ahora trabajarás aquí como ama de casa. No te preocupes, estarás bien, te proporcionaremos todo lo necesario para que tu estancia aquí sea agradable. Solo vas a tener una pequeña norma, no podrás salir de aquí.

Bryn solo se quedó callada, mirándolo, aquello parecía de pesadilla.

El viejo volvió a hablar.

—Verás, querida, esta casa está diseñada para cosas como esta, secuestros. Así que no intentes romper las ventanas, pedir ayuda, o intentar abrir la puerta. Todo está diseñado para no poder escapar, y si das mucho la lata, ten por seguro que acabarás muerta.

El joven permanecía en silencio, mirando a Bryn, ella era una chica linda, pero él tenía las ideas claras, no se enamoraría de ella. Aunque pensándolo mejor, ya no le disgustaba tanto la idea de tenerla trabajando para él.

Por otra parte, Bryn solo se limitó a escuchar las palabras de El viejo y a rezar para que su padre se pusiera a buscarla lo más rápido posible.

Mientras pensaba todo esto, sus ojos se llenaban de lágrimas, debido a que sus padres podrían tardar en darse cuenta de su ausencia, y más aún en encontrarla.

Una vez más, El viejo interrumpió los pensamientos de Bryn.

—Ah, por cierto, respecto a tus pertenencias, nos hemos encargado de destruirlas y que no quede nada de ellas. Espero que no pienses que soy tonto, podrías tener un localizador en el móvil, o algo en tus llaves o cartera. Así que no te preocupes por recuperar tus cosas, porque ya es demasiado tarde.

Bryn ya no sabía qué pensar o qué hacer. Todo esto parecía sacado de una película de terror en la que la protagonista acaba siendo maltratada hasta la muerte.

—Bien, supongo que por hoy has tenido suficiente. Te recomiendo que vayas a tu habitación a descansar y ya mañana Brack te dirá que tienes que hacer  —dijo El viejo.

Bryn se quedó quieta por un momento, pero luego empezó a caminar lentamente hacia "su habitación".

Al entrar cerró la puerta y se acostó en la cama. Quería llorar, mucho, más de lo que había hecho en toda su vida.

Se cubrió con la sábana de la cama y de sus ojos empezaron a caer lágrimas, haciéndola sollozar.

Cerró los ojos, todavía en llanto. Deseaba que todo aquello fuera una pesadilla.

Pasó cerca de una hora, hasta que acabó por dormirse. Se había quedado sin energías de tanto llorar.

Cegada por el amor Where stories live. Discover now