La prueba

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Narrador: Bryn


Pasaron algunos días, unos 5 más o menos. Estábamos justo a 11 de Enero, el cumpleaños de Nico.

Yuna había estado como loca estos días. No sabía si prepararle una fiesta a lo grande o solo con los íntimos. Tampoco sabía qué regalarle, eran demasiadas sus opciones y tampoco quería agobiarlo con tantos regalos. Pero claro, como ella no los iba a pagar, tanto le daba si eran muchos o pocos regalos.

Yo tampoco sabía qué regalarle. Seguramente, Yuna ya le compraría un montón de cosas con una tarjeta que no era la suya.

La verdad, esto de tener tanto dinero a veces no tenía gracia. La gracia de los regalos está en cuando te cuesta un esfuerzo poder conseguirlos. Y que de igual manera, la otra persona no se pueda permitir el comprarse ese regalo por su cuenta, para que así le haga más ilusión cuando lo reciba.

Yo me estaba quedando sin opciones. ¿Qué podía darle? No tenía ni idea.

Ya no me gustaba esto de que Yuna me hiciese competencia.

Estaba tirada en mi cama, mirando al techo.

Estaba sola, como de costumbre.

Cierta personita tenía sus obligaciones de jefe y no podía estar conmigo todo el día.

¡Dios, siento que voy a perder la cabeza! ¿Qué le regalo a Nico?

Estaba tan hundida en mis pensamientos que no me había percatado de que Carla estaba parada a mi lado.

Cuando la vi, pegué un pequeño bote.

—¿Cuanto tiempo llevas ahí? —exclamé, sobresaltada.

—No mucho, en verdad —se cruzó de brazos—. Por favor, dime que no soy la única que aún no tiene un regalo para Nico.

Ella se veía tan perdida como yo.

—Pues la verdad es que no. Es que al estar Yuna, te puedo asegurar que cualquier cosa que le podamos dar nosotras, no será nada en comparación a lo que ella le dará.

Ella se sentó a mi lado en la cama mientras soltaba un resoplido.

—Esto va a ser muy difícil. Son las primeras horas de la tarde y ni tú ni yo tenemos nada.

Eso era verdad. Conseguir algo ya con las horas que eran iba a ser algo complicado.

—¿Y Ángela no le va a dar nada?

—Pues no se la ve muy entregada. Creo que es porque ya no le gusta.

¿Ya no le gusta? Eso era nuevo.

—¿Ah no? ¿Ya no le gusta?

—No, hace unos días me dijo ya no sentía lo mismo por él y que iba a tirar la toalla, en parte porque ya tiene novia.

—Bueno, es entendible. No creo que Yuna se hubiera tomado muy bien eso —dije encogiéndome de hombros.

—Lo que me sorprende es que Ángela todavía siga viva. Con la loca esa tienes que tener cuidado hasta cuando respiras.

—Tampoco te pases —bufé.

—Es la verdad, está loca. Intentó matarme.

—Si usamos esa lógica, la mayoría de personas que viven aquí están locas.

—Exactamente.

En fin, es Carla, no tiene remedio.

De pronto se acostó a lo largo de la cama y se quedó mirando al techo.

Cegada por el amor Where stories live. Discover now