46: Un mal refugio.

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46: Un mal refugio.

Kelly.

Me puse otra vez ese anillo para visualizar el panorama. Lo usé el día del autocine solo para probar cómo se sentía en mi dedo. Los primeros minutos pensé que era la cosa más pesada que había usado en mi vida. Después subí al auto con Nick y el anillo simplemente pasó a un plano inexistente. Hasta que casi nos besamos y mató el momento.

Lo volví a colocar en mi dedo para recordarme que aquello podría pasar. Solo tenía que marcar su número y decir Sí. De esa manera traería el control a mi vida y dejaría de pensar en Nick.

La última vez que lo vi el retorno fue silencioso, arrugando mi corazón, sintiendo que nunca estaría con él de nuevo. Al dejarme en la puerta, dijo las palabras que rompieron mi corazón:

—Jamás me arrepentiré de conocerte, ovejita. Podría decirte que seremos buenos amigos, pero esto de aquí… —Levantó nuestra unión, intentando hacer obvio de lo que hablaba—. Esto de aquí me demuestra que no será posible. Verte como una amiga o incluso pretender que podemos tener una amistad. —Suspiró a la vez que negaba, apartando su mirada de mí.

Soltó mi mano para regresar su atención a mis ojos penetrando hasta mi alma.

»Tal vez un día te veré y no sentiré que debo besarte. Que controlarme no duele, que quererte está en el pasado. Pero hoy, ahora, es imposible. Y así como quiero que estés bien, también sé que debo cuidar de mí mismo. Adiós, ovejita. —Besó mi frente, demorando un par de segundos más de lo normal. Al separarse, el sufrimiento en sus ojos fue demoledor. Su pena me lastimó a niveles que no logré comprender.

Lo vi alejarse para montar su moto y quise detenerlo, rogarle que se diera la vuelta y que luchara por mí. Pero incluso si lo hacía, si Nick volteaba para pelear, ¿le permitiría entrar?

El rostro de Jackson y papá invadió mi cabeza mientras que mi corazón gritaba las palabras de Nick sobre olvidar las expectativas ajenas. Sin embargo, el rugir de la moto me despertó y borró las dudas porque Nick Volkov jamás tendría cabida en mi vida.

Me lo repetía constantemente para matar cualquier esperanza loca en mi cabeza. Lo hacía porque aunque quisiera buscarlo, se había marchado ese mismo día.

Rainbow y Carlitos estaban despidiéndose de él en el aeropuerto. Lo sé porque mi amiga lo confesó en contra de los deseos de Nick. Ella aún guardaba la esperanza de que nosotros tuviésemos ese final digno de un cuento de hadas. Lo que Rain no entendía era que ambos éramos conscientes de que nuestro grado de apego no era suficiente para apagar el mundo. Además, entendía la razón por la que Nick se marchó: le hacía daño y necesitaba su espacio.

No obstante, dándole vueltas al anillo en mi dedo sentía que también me dolía por lo que pude tener con Nick. Me dolió saber que no habría más paseos en motocicleta, ni caminar senderos, mirar paisajes o escuchar su risa. Tampoco vería ese lado maduro que explotó en estos meses.

Sabía que lo nuestro era imposible. Él y yo éramos mala combinación.

Me quité el anillo para guardarlo en su caja, teniendo más dudas de que casarme fuese lo correcto ahora.

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Me abrazó con fuerza, derramando un par de lágrimas en mi chaqueta. O debería decir la de Nick; puede que la olvidó y la reclamé como un recuerdo de nuestro tiempo juntos.

—No seas una extraña, ¿por favor? —rogó con tristeza.

—Te llamaré constantemente y te mandaré tantos mensajes que me dejarás en visto.

Tatuado en míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora