27: Rencores.

72 6 1
                                    

27: Rencores.

Kelly.

Ese chico provocaba en mi cabeza un corto circuito cuando estaba cerca. Se veía guapo, atractivo, con ese andar de que no le debía nada al mundo, y entonces mi corazón bombeaba furiosamente, alejándome de los hechos. De lo cobarde de su partida al decir todas esas cosas, por acostarse con esa vieja y de cómo me hizo falta una persona en mis peores momentos.

—Gracias por traerme, Gio.

—No hay problema, principessa. —Sonrió ampliamente—. ¿Puedo subir? —preguntó luego de una pequeña pausa en la que me miró como si no tuviera otra opción.

Debería negarme; sentía que había tenido suficiente por el día, pero él puso esos ojos de animal antes de ser sacrificado y no tuve corazón para decir que no.

En lo que subimos al ascensor mi cabeza no lograba sacar del sistema la conversación que tuve con Giovanni en el estadio…

—¿Es el chico de Las Vegas?

Él le regaló un vistazo rápido a Nick, para regresar su atención hacia mí, levantando una ceja y mostrándose curioso.

—Lo es —confesé, tratando de apagar el golpeteo desenfrenado que adquirió mi corazón. Sucedía cada vez que veía al chico tatuado. Tú pensarías que después de verlo un par de veces el efecto pasaría, pero déjame decirte que estás lejos de la realidad.

Giovanni suspiró, frotando dos dedos sobre su frente.

—No me gusta para ti, Kelly.

Una sonrisa incrédula se posó en mi cara.

—No te gusta —repetí la frase asombrada—. A ti no te gusta —añadí, incapaz de encontrar la coherencia en esa frase. ¿Y qué si a él no le gustaba? No necesitaba su aprobación para fijarme en un chico.

—Soy tu amigo, principessa, y sería hipócrita de mi parte sentarme y sonreír ante la idea de ustedes dos. —Señaló con un leve asentimiento en dirección a Nick.

Volteé hacia él, notando el abismo enorme que había entre mis amigos y Nick. Ellos vestían suéteres polos de alto renombre, con chamarras que podrían pagar la renta de su apartamento en Las Vegas. Todo en ellos gritaba riqueza, mientras que Nick, aunque ataviado con ropas de diseñador, el aire a rebeldía y los tatuajes dejaban muy en claro que él no encajaba en mi mundo. Noté, también, la mirada de los chicos: cargada de desprecio y superioridad.

»¿Qué le hiciste a tu cabello? —preguntó sin enmascarar la repulsión que sentía hacia mi cambio. Instintivamente, llevé la mano hacia el mechón rojo, pasando los dedos por el pedazo de pelo—. No serás una reconocida CEO con el cabello como lo tienes. Tampoco quiero imaginar lo que dirá el señor Pierce. —Otro balde de agua fría que logró despertarme aún más.

No había visto a papá en días. Simplemente me dejó allí, sin ningún remordimiento por cómo estaría su única hija. El dolor punzante vino antes de que incluso apareciera el recuerdo... Mamá...

Negué, tratando de sepultar todo lo que se avecinaba. No quería derrumbarme en un juego con la mayoría de la población universitaria de Harvard; no frente a Nick.

—No es permanente, Giovanni, en unos días puedo cambiarlo. —Así tan fácil la resolución de hacer algo por mí se fue al retrete.

—No solo eso, Kelly. Este chico Nick, es problemas en zapatos deportivos. Viste a la mujer que estaba en su apartamento. Claramente, no murió de tristeza por ti. ¿A qué ha venido?

Giovanni no tenía reparos en clavar un puñal en mi corazón dolido.

—No sé. —Me encogí de hombros, sintiendo el familiar escozor en las esquinas de los ojos. No estaba segura de cuánto tiempo más aguantaría las lágrimas.

Tatuado en míWhere stories live. Discover now