8: Pequeña oveja.

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Nick.

Las cosas se pusieron muy calientes en cuestión de un minuto o menos. De la nada, y sin idea de cómo, tenía a Kelly a horcajadas sobre mí, prácticamente devorando mi boca. Bien, suena a que me estoy quejando, pero creo que en ese momento me sorprendió. Se veía una chica dulce y tranquila, para nada esta tipa que quería arrancarme los labios de los mordiscos suaves que me estaba dando.

Cuando finalmente me puse manos a la obra —ya sabes, dándolo todo en este jodido beso—, ella alejó su cara de golpe. No tenía que ser un maestro de los cálculos para saber que se estaba arrepintiendo. Lo comprobé cuando dijo:

—Esto no está bien —apenas murmuró, con los ojos cerrados y su voz llena de miedo.

Generalmente, hay tipos que empiezan a sonsacar a las chicas, y presionar para continuar, pero yo no era así. Sabía lo que quería, pero no rogaría por ello. Llámalo orgullo si quieres, pero para mí era simple sentido común. ¿Por qué rogar? Ya fuese que ella no supiera lo que quería —que en todo caso lo mejor sería parar—, o que estuviera jugando a la difícil, quedó bien claro que había que bajarle a las hormonas. Así que me mantuve en silencio, aceptando que no estaba lista y tenía miedo.

En cuestión de segundos su respiración volvió a ser normal, y entonces abrió un solo ojo; se veía como si no pudiera creer lo que estaba pasando y si utilizaba un ojo se daría cuenta de que era un sueño. Cuando comprobó que sí, que estaba sobre mí, que no le faltaba nada para moler mi polla allí mismo, entonces se le escapó un gemido mortificado.

Me sentí tentado a tomarle el pelo y bromear un poco. Pero pensé que la chica no merecía ser objeto de una broma con algo que de seguro no era frecuente en ella.

—No pasa nada. Ha sido un beso, no una ejecución —mentí al restarle importancia, pero Kelly se notaba mortificada, así que mientras se calmaba no me costaba nada pretender.

—Yo no suelo ser tan indiscreta… ¡ay, qué vergüenza! —chilló muy suave—. ¡Y estoy encima de ti! ¿Qué pensarás de mí? —se lamentó, bajando de mi regazo como si una serpiente estuviera por morder su culo, y prácticamente salió corriendo al interior del apartamento.

La detuve tomándola de la muñeca con gentileza. La descarga de electricidad pasó de una mano a otra, causando que ella mirara hacia atrás. Primero a nuestras manos y luego hacia mi cara. Ella no entendía lo que pasaba, yo mucho menos. En ese momento creí que era la química de nuestros cuerpos.

—No estoy pensando nada malo de ti, Kelly. Lo prometo —aseguré, tratando de que se acercara. Cuando la tuve frente a mí, intenté sonreírle de manera cómplice—. Será nuestro secreto, ovejita. —Eso parecía Kelly para mí, una oveja. Un ser tan manejable y puro, sin instintos de supervivencia. Pero a pesar de necesitar de su pastor y de cuidados, era hermosa y muy tierna.

—¿En serio no piensas nada malo de mí? —Su voz dulce era el mejor tranquilizante de todos.

Negué, maravillado de que ella viera más que un simple guardia de seguridad.

—Eres demasiado transparente para darme otra impresión, ovejita —aclaré. Yo sabía de putas, las había visto por más de cuatro años, así que tenía una idea de cómo eran las mujeres como Becca. Kelly estaba lejos de ser una mujer controladora.

Arrugó la esquina de su labio. Esa manía me volvería loco. Más cuando tenía el sabor de su boca mezclándose con mi saliva.

—Bien. Podemos ser amigos, ¿verdad?

Me quedé en silencio, pensando. Estaba seguro de que no era lo que ella quería. Yo tampoco estaba dispuesto a jugar aquello de ser amigos y vivir en la tensión de si puedo tocarla, pero no puedo tenerla. En mi experiencia, eso de amistad cuando hay una atracción muy evidente no sirve de nada.

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