14. Llegada tardía

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Los resultados de la prueba de matemáticas de la primera hora, habían pasado a segundo plano. La pijamada mixta en casa de Livia era todo de lo que se hablaba en el salón de clases. No se podía negar que había sido una noche más que divertida y tranquila «para los que no dieron la confesión más importante de sus vidas», sin embargo, a mí me resultó más como un fuerte golpe de realidad donde dimensioné que lo mío con Chiara era posible en este mismo universo. Ah, y quizás, pero sólo quizás, «nótese el sarcasmo» me había contradecido completamente cuando juré alejarme de ella y tener a mi mejor amigo como prioridad más que al amor. No tengo argumentos que me excusen, la falta de ellos lentamente comenzó a funcionar para mí. Se mezclaron con la culpa.

Poco sabía que ese mismo amor compartido hacia la misma chica interferiría cada vez más en nuestra amistad que, sin darme cuenta, la idea de reconciliarnos estaba muy lejos.. por no decir que el futuro era incierto, sumado al incidente del puesto de capitán. El juego más importante de hoy era lo menos abrumante por afrontar en el día.

Y vaya que ya era demasiado tarde. Fugaces miradas de pura frialdad era lo único que recibía cada vez que mantenía mis ojos en quien alguna vez juró que éramos inseparables.

—Se reconciliarán pronto, ya verás— Mirko, con quien Pietro intercambió de lugar al llegar, palmeó mi hombro con la misma expresión neutra de siempre.

Me limité a asentir con una mueca en un intento de sonreír, y volteé nuevamente hacia el frente reincorporándome en mi asiento cuando mi mejor amigo me miró por última vez. El asiento vacío de Chiara me dejó ansioso por el resto de la hora. Me atreví a enviarle mensajes, pero ni siquiera le llegaban. Solo esperaba que su falta no tuviera que ver con lo nuestro. «¿Y si no le gustó el beso? ¿Se arrepintió de decir que me quería?» Fue mi primer beso y temía haber hecho algo mal.

Sin la espera de carcomerme la cabeza a base de pensamientos negativos e inseguros, comencé a dibujar sin parar los gráficos estadísticos recién hechos en la pizarra.

Después del receso jugamos el partido contra 3D. Todos pusieron su voto de confianza en mí como el capitán, y a menos que quisiera ser linchado por media escuela, no podía renunciar. Para la alegría del equipo logramos ganar con una amplia diferencia de puntos, mas fui el único que tuvo que pretender festejar con unos cuantos "hurra" y corresponder débilmente a los abrazos grupales y choque de palmas de mis compañeros de clase.

Sería un verdadero idiota si me atreviera a festejar delante de Pietro, quien a pesar de perder su puesto grande, jugó como uno más del equipo a pesar de tener una actitud ausente y solitaria delante de tanta gente que aclamaba por él. Tomó asiento en las gradas y me miró durante un breve segundo antes de hundir el rostro sudado en una toalla. Por un momento se me pasó por la cabeza acercarme a darle un gran abrazo y sacudir ese cabello peinado "casualmente" que le tomaba una hora y media de arreglar en la mañana, cosa que odiaba que hiciera y por consecuente me daba una colleja amistosa. Extrañaba esos días, no había pasado tanto tiempo pero estaba convirtiéndose en una eternidad. «¿Hasta cuándo seguiríamos así por un puesto de baloncesto?»

Como pude me escapé de la multitud, tomé rápidamente la bolsa deportiva de mi casillero en las duchas y corrí al pasillo vacío de aulas para ir a refrescarme la cara en el baño aprovechando que aún no habían regresado todos del gimnasio. Por el momento no podría darme una ducha, igual al menos me ahorraría el socializar y fingir sonrisas todo el rato. Estaba a punto de entrar hasta que oí a alguien aproximarse con prisa desde la entrada, el sonido estridente de los tenis contra el suelo captaron mi atención y me asomé por inercia.

Chiara abrió su casillero accidentalmente de sopetón, luego del estruendoso sonido miró para todos lados con ojos de cordero antes de abrir su mochila apoyándola en un muslo. Colocó algunos libros, sacó unas rodilleras del cubículo y hojas de apuntes que probablemente fueron para la prueba a primera hora que se perdió. Justo cuando iba a pronunciarme, cerró el casillero y me vió sorprendida provocando que se le cayera la mochila abierta del susto.

Madly in Love | Giulio Paccagnini (DI4RI)Where stories live. Discover now