19. Ella

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La sala de prácticas poseía alguna especie de maldición, cada vez que permanecía allí por más tiempo de lo debido esta me dejaba en terribles aprietos. Estuve manejando el ciclo del sueño como pude, dormitando en mediocres intervalos donde me despertaba a mitad de la noche y me ponía a sobrepensar absolutamente todo lo que había sucedido hasta la fecha. Me faltaba coraje para comprender el porqué de un año tan complicado, cuando antes de mudarme todo estaba medianamente bien en comparación con mi actual realidad. Vaya, eso si no se toma en cuenta que me entusiasmé tanto por cambiar de rumbo que no me despedí de las pocas amistades reales dejadas atrás en la gran ciudad.

«¿Qué hubiera sucedido si me quedaba en Roma, con los mismos líos de siempre pero al menos no temiendo decepcionar a más seres queridos?»

Podía pensar en aquella y en un millón de posibilidades más, pero ninguna de ellas cambiaría lo que ya estaba hecho, y ocurriéndome no cuando pasé horas tratando de conciliar el sueño, sino ahora mismo en el aula a medio llenar. Cables de colores coincidentes conectaban en mi mente, las piezas de aquel rompecabezas que no había sido capaz de descifrar con anterioridad.. el básquetbol jamás había sido el conflicto por el cual Pietro y Giulio se distanciaron.

El problema siempre había sido yo, se pelearon únicamente por mi culpa y no pude haberme tardado más en ser consciente de ello.

Las personas escogen el snack que tendrán a medianoche, las prendas que usarán al día siguiente, el sabor de pastel que querrán en su cumpleaños; nadie escoge entre personas, no pone una relación de cualquier índole por encima de otra simplemente porque así los demás lo crean conveniente, o porque la presión social les lleva a tomar una decisión fija. Al menos, yo no quería eso para mí, ni para la gente a quien apreciaba. No podría escoger entre una fantástica amistad creciente de un círculo poco fortalecido y la primera relación romántica informal cuyos sentimientos aún estaban en descubrimiento. Sea cual fuere mi próxima voluntad, alguno de los tres saldría herido y con ese pensamiento me comía la cabeza al ritmo rasposo con el que mi compañera de banco le sacaba punta al lápiz.

Entre que la maestra de literatura tomaba lista previamente a dar el puntaje de la prueba oral, las chicas estaban cómodamente en medio de una conversación entre ellas. Al contrario de Livia, yo ni siquiera pretendí estar escuchando y me incliné dada vuelta desde mi asiento para ver a Giulio yaciendo con el espacio vacío a su lado. Por lo visto ya estaba observándome desde antes, porque me encontré al instante con su adorable mirada de cachorro, sonriéndome atontado. Me encantaba la curva de sus labios finitos, la imperfecta dentadura de colmillos puntiagudos. Me fascinaba él y sus hebras onduladas color chocolate que ya le habían crecido hasta la barbilla nuevamente. Las gruesas cejas encurvadas se fruncieron en la intimidación de mi curioseo, a lo que reprimí una risita cubriéndome la boca.

No tardé en percatarme del brillante trocito de plata naranja tintineando con cada mínima alteración de su quietud.

—¿Qué haces ahí?— pregunté en medio del barullo de la clase, mis ojos discretos vagando en el obsequio adornando su cuello.

—Me pregunto si logré pasar la prueba— bufó— no dudo de que seas buena compañera de estudio, soy lento y por más sesiones que tome no estaré en sintonía con nadie— expresó casi como restándole importancia a su mejoría.

—¡Mentira!

Me indignaba que se refiriera a sí mismo con un término tan despectivo, quise levantarme de mi asiento para hablar con él más seriamente a su lado pero la profesora me llamó y tuve que regresar la vista al frente para contestar apropiadamente a la toma de lista rutinaria. El sonoro trago de saliva colectivo hizo eco en las cuatro paredes del salón de clases en cuanto ella colocó las hojas de puntajes sobre la mesa, acomodándolos a la perfección aún teniendo la vista fija en la otra punta de la clase.

Madly in Love | Giulio Paccagnini (DI4RI)Where stories live. Discover now