17. Impaciencia = sincericidio

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Fragmentos vívidos de la noche anterior me caían uno tras otro en penitencia, gran parte de ellos en los momentos menos oportunos a tempranas horas de la mañana desayunando con mis padres y con un Nico somnoliento que no había pegado ojo en toda la noche por quedarse despierto hasta tarde, decidiendo cuál outfit ponerse para ver a Daniele. Esta vez papá se ofreció a llevarnos de camino al trabajo, ninguno de los dos puso resistencia debido a la tanta fuerza de voluntad que caminar desde el puerto de la isla nos tomaría.

—¿Te parece que la chaqueta es demasiado?— preguntó por décima vez en los últimos dos minutos, sin despegar la frente del respaldero del asiento frontal.

—Es de cuero blanco, diurno. Acorde a la ocasión— contesté a regañadientes con la poca paciencia que me quedaba. De alguna manera mi primo siempre lograba sacar mi lado gruñón por las mañanas.

—No sé, me queda como muy extravagante.

—A ti te gusta vestir así y te va genial— finalmente me giré a revisar su aspecto a detalle— Créeme que ni Dani ni ningún otro chico vale suficientemente la pena como para cambiar tu estilo.

«Qué fácil es aconsejar cuando no se trata de ti»

Nevio escuchaba atentamente nuestra conversación en mutismo, la vista fija en el camino aunque entre tanto y tanto le echaba un vistazo al espejo retrovisor, tanteando qué rascar de datos nuevos sobre los hijos que ya poco y nada hablaban con él sobre temas así. Desde su divorcio con Simona nos hemos cerrado bastante.

—La última novia que tuviste en Roma me caía mejor, no te quebraba tanto el autoestima como este chico— actuó con perspicacia en un intento por aportar algo a la conversación— cuando se vieron el otro día, regresaste muy pronto a casa. Eso no es común.

—Daniele tenía cosas que hacer— respondió al instante, como si tuviera que salir de sus propias dudas— no ha hecho más que hacerme feliz. Tú lo conoces, papá.

—Tampoco lo santifiques. Su padre podrá ser buen amigo mío pero el muchacho es otro cuento. Sólo el tiempo dirá si es bueno para ti— volvió a mirarnos por el retrovisor con una mínima sonrisa— de seguro mi niña está de acuerdo conmigo.

—En gran parte.. sí— admití luego de un momento— tómalo en cuenta, Nico.

El rubio se mantuvo mirándome de forma peculiar desde que casi cometí un sinceridio. Los ojos pardos permanecieron en mí por un tiempo más de lo habitual. Conocía esa mirada, Nico tampoco estaba seguro de aquella relación de naturaleza forzada que parecía avanzar a pasos de un correcaminos. No me correspondía llegarle con más que una opinión pedida, me sabía mal pero él tenía que descubrirlo por su cuenta.

—Les entiendo. Prometo que lo pensaré— contestó cabizbajo, jugueteando con los cierres de sus mangas.

Cuando menos lo esperábamos, llegamos a la escuela. El barullo de chicos reunidos en las lejanías de los árboles cubriendo la mitad del frente del edificio se hacían audibles, incluso desde los gruesos vidrios polarizados de la camioneta.

—Tengan un buen día niños, nos vemos en casa.

Respiramos hondo y nos dispusimos a bajarnos, uno con el corazón estrujado y el otro con los latidos ralentizados en anticipación.

Daniele

Se nos cayó la mandíbula en cuanto vimos llegar a los hermanos recién descubiertos cual protagonistas principales de una película, bajándose de una lujosa camioneta como si en realidad hubiese mucho más de lo que enterarnos sobre los dos. Incluso abrumado con sentimientos encontrados, fui el primero en apartarme del círculo y corrí hasta Nico con los brazos bien abiertos. Él apartó el brazo de los hombros de Chiara y me correspondió con su calidez corporal inconmensurable.

Madly in Love | Giulio Paccagnini (DI4RI)Where stories live. Discover now