Al servicio del capitán Jack Sparrow

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—Así que... También buscan el tridente. —dijo el pirata, mirándolos con desdén.

—Sí, ¿por qué? —preguntó Percy.

—Jack. Podríamos usar a los tres hombres como carnada para Salazar. Nos darían tiempo para poder encontrar el tridente sin inconvenientes. —murmuró uno de los tripulantes.

—¿Cómo es que-

—El chico nos contó todo.

El capitán volteó hacia los jóvenes.

—¡Bien! ¡Vendrán con nosotros!

—¿En-en serio? ¿Así de fácil? —preguntó Nico.

—¡Claro! Entre mayor nuestra tripulación, mejor.

Llegaron a aquel al que Jack solía llamar "barco", pero tan pronto subieron, se dieron cuenta de la situación en la que se habían metido.

El joven castaño claro y la chica de vestido azul, fueron atados al mástil.

—¿Este era tu plan? ¿Terminar asesinados por piratas? —Preguntó Carina.

—Dijiste que querías una nave —. Contestó el otro chico.

—¿Esto es una nave? —rió ella.

—Ustedes cinco, a limpiar —. Dijo el capitán, mientras la tripulación les entregaba cubetas y trapos.

Annabeth quiso huir, pero los piratas lograron detenerla y le apuntaron con una pistola a la cabeza para que no lo intentara de nuevo.

Percy pensó en que si se doblegaba ante piratas en ese momento, no podría luchar contra Henry Turner. Además, ya estaba harto de los abusadores, llámense Nancy Bobofit, Clarisse, o incluso Zeus. Si había podido rebelarse ante los dioses y había sobrevivido, ningún ser humano lo volvería a hacer sentir miedo, excepto por Annabeth, pero ese no era el punto.

—¿Y tú eres...? —preguntó al capitán del barco, con una sonrisa tan indiferente que hizo sentir escalofríos a la tripulación entera.

Nico se acercó a él, confundido.

—Percy, ¿Acaso quieres morir? —preguntó.

—Hemos luchado contra cosas peores y sobrevivido —afirmó el pelinegro mayor.

—Para tu información, muchacho, soy el Capitán Jack Sparrow. —dijo, orgulloso el pirata.

Annabeth le dirigió al chico una mirada de "Ya no sigas. Lo vas a arruinar"

—Y... quieres que limpie el piso de tu barco —dijo el joven de ojos esmeralda.

—Precisamente. ¿Acaso no escuchaste? Mastre Gibbs, ¿No me di a entender? —preguntó el hombre a uno de sus tripulantes, un hombre robusto, el de cabello y patillas casi blancos.

—Se te entendió perfectamente, Jack.

—Y... díganme... —pidió Percy —. ¿Les parezco digno de servir al capitán Jack Sparrow? —preguntó, en tono burlón.

Todos lo miraron, incrédulos. Nico hizo una expresión de dolor por lo que imaginaba que estaba a punto de suceder.

Todo quedó en silencio. Nadie quería moverse. El pirata capitán miraba al muchacho de ojos verdes y cabello negro con impresión.

De pronto, comenzó a avanzar hacia él, de manera amenazante. Todos cerraron los ojos para no ver al hombre matar al joven, cuando de pronto, el mayor habló.

—Hace mucho tiempo, un hombre pronunció esas palabras exactas frente a mí. Ahora ese hombre está muerto.

Percy levantó el mentón, para verse más amenazante y ocultar que realmente sí temía por lo que estaba a punto de suceder.

—¡Me agradas! ¡Subido de puesto! ¡Tú estarás a cargo del timón! —dijo Jack, alegre —. ¡Denle un trago de ron a este muchacho!

En realidad, no bebo... —fue lo que pasó por su mente durante un instante, pero era mejor que si ya se había ganado la confianza de los piratas, se mantuviera así.

—¡Átenlo al timón! —ordenó.

Entre dos hombres, se encargaron de cumplir con esta tarea.

—¡Y ustedes! ¿Son amigos suyos, entonces? —preguntó el pirata a Nico, Annabeth, Thalia y Grover.

Nico asintió con la cabeza, aún en shock.

—Somos más que sus amigos —dijo finalmente Annabeth —. Somos su familia.

—Ugh. Sólo les hice una pregunta. No hacía falta decir algo tan repugnante. En fin, ¿Es eso cierto? —preguntó el pirata al pelinegro.

Éste miró a sus compañeros, quienes le imploraban con los ojos que dijera que sí. Éste sonrió. Todos hicieron lo mismo.

—Sí, sí lo son...

—¡Ya oyeron! ¡Súbanle el puesto a todos! —ordenó éste.

—Excepto Thalia. Ella es más una... compañera del trabajo.

Ésta lo miró, con enojo en su rostro, pero nadie de la tripulación pareció notarlo, y ninguno de los chicos quería delatarla, por si aún tenía una oportunidad de salvarse, o, tal vez, para salvarse ellos de que después los fuera a atravesar con una de sus flechas.

—¿Y quién es Thalia? No soy adivino, niño.

—La pelinegra.

—¡Te voy a matar, Jackson! —dijo ella, enfurecida.

—¡Hey! ¡Ella salvó mi vida! —gritó Carina.

—Y por eso tiene nuestra eterna gratitud —dijo Jack —. Bien. ¿Qué saben hacer? —preguntó a los tres chicos restantes.

—Si me permiten hablar —dijo la misma joven ¿Cómo es que ellos obtienen puestos importantes mientras él y yo tenemos que quedarnos atados al mástil, cuando somos los que sabemos cómo llevarlos al tridente?

—¿Lo saben? —preguntaron a coro los cinco chicos.

—¿Yo lo sé? —preguntó el joven atado al mástil junto a ella, en un susurro.

—Cállate. Intento ayudarte. —murmuró la chica.

—Qué bien. Mejor razón para no perderlos —afirmó el Capitán. —¡Corten la soga!

Uno de ellos estuvo a punto de cortar la que amarraba a los dos muchachos.

—¡La de ellos no! ¡La que sostiene la nave, inútiles!

Ellos obedecieron, una vez entendida la orden.

El barco comenzó a avanzar con camino hacia el mar.

—Mi tripulación amada. Al fin... ¡Este día es-

Pero de pronto, se detuvo. Todos menos Percy y los jóvenes atados al mástil de la nave cayeron al suelo.

—Algo falló —dijo el capitán, poniéndose de pie.

Inmediatamente, después de que se rompiera la soga que se había atravesado y los detenía, el barco comenzó a andar de nuevo, tirando a todos una vez más.

Finalmente, el barco llegó al agua, y uno de los tripulantes, gritó, emocionado: "¡Sí flota!"

—Bien, a lo que iba... ¿Qué saben hacer ustedes? —preguntó el capitán a Annabeth, Grover y Nico.

En busca del tridente perdidoWhere stories live. Discover now