Correspondencia no deseada

323 32 4
                                    

El verano se acercaba y Percy agradecía a los dioses, porque estaba por salir de vacaciones y no había ocurrido ningún enfrentamiento con monstruos ni se había sentido cerca de la muerte en varios meses.
Bueno, excepto por esa vez que ayudó a su madre a colocar una nueva televisión en su departamento y el soporte se rompió, haciendo que la televisión casi lo convirtiera en un sándwich de semidiós.
Aún así, sabía perfectamente que la situación no era tan tranquila como todos los mortales a su alrededor suponían. Hacía algunos meses, ocho aproximadamente, había recibido la advertencia de que Cronos, el padre de los dioses y señor del tiempo, se estaba regenerando.

A pesar de saber (desafortunadamente) que los monstruos no morían, sino que sólo desaparecían por cierto tiempo. Aún así, se supone que ese tiempo podía ser de unos cuantos días, hasta toda una vida o varios siglos después. Entonces... ¿Por qué tenía que aparecer de nuevo? Ya lo habían vencido una vez, pero eso no significaba que lo entusiasmara volverlo a hacer. A parte, se decía que esta vez, su ejército se había triplicado en cuanto a miembros.
Otros semidioses e incluso los dioses, junto con él, se encontraban planeando un contraatque, pero ahora que este ya había atacado antes y fallado, se notaba la notable mejora en cuanto a estratrgia que había tenido. Era muy difícil rastrear a sus seguidores, aunque, afortunadamente, habían logrado capturar a un par de ellos y estaban siendo interrogados en el campamento en ese preciso momento.

Viendo el lado bueno, ni siquiera él podía creer que faltaba poco más de un mes para que cumpliera los 17 años, lo cual, considerando su condición de mestizo y esa costumbre que tenían los dioses de mandarlo a misiones, era un logro increíble.
Iba regresando a casa, cuando antes de sacar la llave de su bolsillo, su madre abrió la puerta, con una mirada de preocupación que rápidamente lo hizo saber que algo terrible había sucedido.

Inmediatamente, tomó su mochila y entró en el departamento.
Afortunadamente, Paul había ido a comprar las cosas para la cena, así que volvía un poco más fácil hablar para ambos. No era que Percy no le tuviera confianza, pero cuando se trataba de algo relacionado con dioses, mestizos, sátiros, ninfas o cualquier cosa relacionada, era mejor saltarse las introducciones e ir directo al grano.

-¿Qué su...? -Pero antes de que pudiera preguntar lo que ocurría, su madre le entregó un sobre, color aguamarina. Sabía perfectamente de quien era. Había recibido uno idéntico cuando apenas empezaba su entrenamiento. A parte, la esencia y el poder que esta irradiaba, hacían obvia la identidad del remitente.

Su cara se puso más blanca que la espuma del mar y sus ojos se ensancharon hasta su límite. La última vez que su padre le había enviado una carta, no había terminado en nada bueno.
Miró a su madre, buscando respuestas en sus ojos, pero ella parecía estar casi tan sorprendida como él en ese momento.

-Estoy haciendo lo mejor que puedo -Dijo, con tono irritado. -¿No puede hacerlo alguien más? -Dijo, sin haber siquiera leído lo que decía. Dejó el sobre sobre la mesita de café de su madre y con los dedos entrelazados entre las hebras de su cabello negro, paseaba de un lado al otro por la habitación.

-Percy, si te mandó esto es porque es algo realmente urgente. -Dijo su madre, con una voz suave y aparentemente calmada, aunque en su rostro se notaba todo lo contrario.
-No puede estarme haciendo esto... -Dijo, soltando un suspiro. Se sentó en el sillón y luego de un par de segundos, volvió a levantarse.

-Voy por mis cosas. Iré al campamento.

Sally lo miró por un momento, como si fuera a preguntarle si estaba seguro de lo que hacía, pero luego de analizar la situación y la reacción que sabía que tendría su hijo si intentaba detenerlo, se mantuvo callada.

En busca del tridente perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora