Apatía

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Un aire gélido le dio la bienvenida a Viento cuando entró en el estudio. Juno no levantó sus ojos negros como la nada de su más reciente obra. Era probable que ni siquiera se hubiera percatado de la presencia de Viento. La mesa donde Juno esculpía sus figuras no estaba en el centro del pasillo, como Viento había esperado de una criatura que controlara el hielo; sino ladeada y medio metro a la izquierda, frente a un pato común de la primera hilera.

    Si el hielo era simetría, Juno era todo lo contrario. Y eso que sus figuras eran una maravilla para la vista.

    Viento cerró la puerta de madera oscura con una fuerte corriente de aire. Juno no se inmutó. La mujer apretó los labios, conteniendo a duras penas el enfado que venía acumulando desde que accedió a ese matrimonio. Gota a gota, como los granos de un reloj de arena, se había ido llenando el enorme espacio de paciencia que llevaba a todas partes consigo. Había tenido arrebatos puntuales a lo largo de los años, sin embargo, se consideraba por lo general una persona bastante tranquila.

    Pero en ese momento no.

    Juno llevaba encerrado en el estudio tres noches seguidas, sin probar bocado, sin decir palabra, sin levantarse del asiento. Lejos de estar preocupada o sentir alguna simpatía, Viento estaba enfadada. Porque estaba harta, estaba cansada de todo ello. De Juno, de su vida, de su poder y de todo. De todos. De ella misma. Ya ni lo sabía. Quería empezar de nuevo y...

    —No deberías estar aquí.

    Sus ojos opacos, fríos y oscuros seguían fijos en el lirio que moldeaba con cuidado. De sus dedos brotaba un pequeño resplandor lila, casi blanco, que fluía con el viento y se adhería a la figura.

    —Tú tampoco, Juno —pronunció Viento con una calma que estaba lejos de lo que sentía. Dio un paso al frente. Su pierna tembló de cansancio; quizá debería hacerse con un bastón. Sería útil para golpear traseros, también.

    —Tienes que salir de aquí, ejercer de figura paterna. Te necesitan, Juno. Estas... —miró a su alrededor: centenares de esculturas de hielo, plantas, animales, cosas y algunas figuras humanoides ignoraban sus palabras—. Tus piezas de hielo no se irán de aquí. Pero los miembros del clan sí. Tu clan. Fuiste nombrado líder por algo y no morirás pronto: tu deber es para con ellos.

    —Dime por qué debería desvivir por esa panda de chupasangres. No son más que unos miserables desagradecidos que no saben existir por su cuenta.

    Viento avanzó de nuevo, muy lenta, con la mirada fija en su marido, esperando que él le correspondiera, sin éxito.

    —Son tus vecinos, tus subordinados, tu hija y tus nietos.

    —Nuestros, Viento —hablaba con la calma de un glaciar, pero sus aguas eran tan turbias como un charco de la ciudad—. Lo mío es tuyo. Eso pronunció el Enlace, no lo olvides.

    Una oleada de rabia recorrió a Viento de pies a cabeza, lo que le llevó a coger con las dos manos la figura pequeña de un gorrión.

    Solo cuando tuvo la creación en sus manos, Juno levantó la mirada y cesó los vaivenes de sus falanges.

    —Ah, ¿sí? —amenazó Viento—. ¿Entonces todo esto es también mío? —Alzó al pájaro de hielo como si fuera a lanzarlo contra el suelo. Juno dejó de respirar por un instante y levanto las manos en un intento de apaciguar a su esposa.

    —Viento, querida mía, deja eso donde estaba y hablemos, ¿de acuerdo? Así, despacio, eso es.

    El gorrión volvió a su nido, ileso. La mujer no se alejó del pedestal.

    —¿Acaso sabes el nombre del hijo que perdiste hace dos inviernos?

    Juno se vio confundido, pero se recompuso al segundo.

    —Passer. Passer Eminibey.

    —¿Y tu hija? —la melena suelta se meció cuando se giró hacia el hombre—. ¿Y tus nietos?

    —Mira, Viento, hablemos fuera. No hace falta montar este espectáculo-

    —¿¡Espectáculo?! —Una pequeña corriente de aire se arremolinó entre los dedos de la mujer—. ¿A qué llamas espectáculo? ¿Acaso no saber que tienes unos críos que necesitan de su abuelo es un espectáculo? ¿Que un hombre poderoso como el que fuiste no cumpla con sus obligaciones es como ir al teatro? ¿¡Me estás diciendo que exagero!?

    —¡Viento! —Juno se había levantado y estaba de pie delante de la mesa—. Viento, amor. Respira hondo. Hace años que dejaste de sangrar, no veo por qué te alter-

La explosión de miles de cristales interrumpió su palabrería.

    Las figuras de hielo volaron contra las paredes de piedra o cayeron al suelo para después hacerse añicos. El sonido de una pantera de las nieves en pedazos bien podía compararse como el que sintió en su corazón Viento hacía una eternidad.

    —¡No te atrevas a excusarte en la naturaleza, imbécil! —gritó, mandando una nueva oleada que acabó con las rosas, los bonsáis, una sirena alada, dos gatos peleando y una decena más de animales.

    —¡Detente, Viento! ¡Detente ahora mismo! ¡Para esta locura!

    Era media centena de años lo que estaba destruyendo Viento. Pero lo que más le impactaba a ella misma es que no sentía ni un solo remordimiento.

    No sentía nada por aquel hombre por el que había entregado toda su vida. Literalmente.

    Más figuras explotaban a su alrededor mientras avanzaba hacia Juno. Cuando lo tuvo a escasos tres pasos, alzó un brazo y aprisionó la garganta del hombre, forzándolo contra la pared de su espalda. Juno quedó sin respiración.

    —Dime, amor, ¿seguirás huyendo a tus fantasías? ¿Seguirás ignorando a tu familia, tus obligaciones y a tu verdadera esposa?

    Juno intentó defenderse con su hielo, pero después de tantos años de inutilidad, solo con la refinería del arte y el detalle, Viento pudo rechazar sus débiles ataques con bastante facilidad. Trató de congelar la mano de la mujer. Ella se rió al ver lo que estaba intentando.

    —Todos estos años... Te has vuelto estúpido a niveles incomprensibles. —Dejó que el hombre cayera al suelo y respirara—. He de tomar las medidas que requiere tu comportamiento, esposo.

    —Viento —musitó con la voz rota y ronca.

    —Juno.

    Quizá, y pese a la ausencia de su marido, su corazón sí se había vuelto de hielo. Pero ¿acaso preocuparse por su familia era ser mezquina y cruel? Si su corazón era hielo, pensó mientras contemplaba sus manos, no era sino para proteger la llama de un hogar.

    El gorrión castaño le siguió con sus ojos de hielo mientras la anciana mujer abandonaba una sala llena de sueños hechos pedazos.

   

   
░░░
 
 
1 enero 2023

    Nota: cierta escena de la película Glass Onion me inspiró.

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⏰ Última actualización: Jan 02, 2023 ⏰

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