Capítulo 2

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—¿Entonces tú tampoco vas a ir?

—No, prefiero quedarme en casa ya que es voluntario. —contestó Laura con la cabeza metida en mi armario. —¿A caso tú sí irás?

—Qué va. —contesté desde la cama. —Tú lo has dicho, es voluntario.

El caso es que la amiga de mi prima celebra su cumpleaños. Ella está invitada porque es su amiga y yo porque Tate también es amiga de Alba, y nos ha invitado a las dos. Creo que no pinto mucho en una fiesta de alguien a la que tampoco veo diariamente, y también creo que me ha invitado para quedar bien con Alba.

Aunque Tate y yo sí fuimos amigas... Pero eso es una historia a parte.

—Creo que tu sí deberías ir. —dije sentándome.

—Ella sabe que no soy mucho de fiestas.

—Pues creo que te puede venir muy bien, así desconectas.

La observé sentándose en el filo de mi cama. Su mirada volvía a ser la misma, aquella triste y sin color.

—¿Y si vamos juntas? Podemos ir, quedamos bien las dos y si luego queremos volver a casa pues lo hacemos. —propuso.

Quise decirle que no, pero entonces pensé en que si propuso esa idea ya era un paso y no iba a ser yo la que le cortara las alas. Al fin y al cabo la quiero, lleva viviendo con nosotros desde hace más de cuatro años y estamos creciendo en la adolescencia juntas.

Es lo más cercano a una hermana que he tenido nunca.

—Está bien. —dije y ella levantó la cabeza. —Pero iremos sólo un rato.

—Genial. —medio sonrió. —Plan de primas.

—Plan de primas. —repetí viendo cómo se alejaba hasta la puerta.

***

¿Cómo cojones escribo la idea que acabo de tener?

Mi personaje está a punto de morir, ¿pero y si la salvo? No, seguro que eso es lo que esperan los lectores. ¿La mato entonces? No, no, entonces vendrán a buscarme y me matarán a mí.

Por Dios, ¿en qué momento decidí meterme en el mundo de wattpad?

—¿Solo doble sin azúcar?

La voz de la camarera de ojos negros hizo que levantara la vista del portátil.

—Gracias. —le sonreí. —Qué buena memoria.

Obtuve una sonrisa de su parte y se alejó. Al rato volvió con esa taza humeante, pero antes de que pudiera ponerla sobre la mesa alguien entró a la cafetería, se acercó peligrosamente a mí y me agarró por el cuello de la camiseta.

La camarera fue empujada en el proceso y el líquido caliente manchó su camiseta.

—¡Pero qué coño haces! —le grité a Mason. —Suéltame.

El rubio de ojos azules me levantó del asiento con facilidad. La chica se quejaba mientras se sacudía la camiseta.

—Llevas tres semanas, Jackie. ¡Tres semanas! —gritó. —Me dijiste que me darías el puto dinero.

—Te lo voy a dar, joder. —me solté de su agarre.

—Tengo que pedirte que te vayas. —habló la chica.

—Tú no te metas. —le dijo Mason, que volvió a mirarme. —Ni un día más, Rodríguez, dame el dinero ya.

—Mañana te lo daré, lo juro. —contesté levantando las manos. —Mason por favor, te lo juro.

El chico alto me señaló.

—No es porque yo quiera, sabes que por tu culpa le debo dinero a ese tío y no va a dejarme en paz hasta que se lo devuelva. —dijo. —Te doy un día más, sino ya lo sabes.

Dicho esto se fue dando un portazo y yo salí de ese trance.

—¿Estás bien? —me acerqué a la morena. —¿Te ha hecho daño?

—No quiero que esto vuelva a pasar en mi cafetería. —dijo mirándome con enfado. —A la próxima no tendré más remedio que negarte la entrada.

Junté mis manos en un gesto de perdón.

—No volverá a suceder. Lo siento, de verdad.

Me regaló una mirada que me intimidó bastante, asentí y volví a sentarme en mi mesa pero ya no pude escribir.

Mason estuvo prestándome droga durante semanas porque le prometí que le devolvería el dinero a final del mes. No fue así, y su jefe ahora le reclamaba urgentemente el dinero. Ya sabemos todos cómo funciona ese mundo, y acababa de darme cuenta de que en realidad me había metido en un buen lío.

Y cómo no, por mi culpa salen perjudicadas personas que no tienen nada que ver. Como esta chica que ha presenciado esa amenaza en su propia cafetería.

Soy como una bola de demolición, lo destruyo todo a mi paso.

Después de unos minutos me decidí por ir a pagar el café que no me toméz

—Gracias, y de nuevo... Lo siento mucho. —le dije.

—No pasa nada.

La miré con arrepentimiento.

Debía tener mi edad más o menos, no más de diecinueve. ¿Trabaja porque no estudia o trabaja para pagarse los estudios? Yo y mi curiosidad, cosas de escritoras.

Ayer tenía el pelo recogido en una cola y no pude apreciar lo largo que era. Largo, oscuro y con unas ondulaciones muy bonitas. Y nunca había visto unos ojos tan oscuros como los suyos.

—¿Puedo hacer algo para compensarte? Puedo limpiar o algo así.

Ella se rio ante mi oferta.

—De verdad, no pasa nada. —dijo cruzándose de brazos. —¿Pretendías ponerte a limpiar porque un tío acaba de entrar para amenazarte en mi local?

—Básicamente... Sí. —me rasqué la nuca. —Dicho así suena estúpido.

Volvió a reírse, y su simpatía me hizo sonreír a mí.

—Es estúpido. —negó con la cabeza.

Me la quedé mirando y pude notar que se removió nerviosa en el sitio.

—No soy ninguna acosadora, es que aún no me has devuelto el cambio.

Me hizo sonreír cuando con prisas se giró, abrió la máquina y buscó las monedas a toda velocidad.

—Aquí tienes, perdona.

—No pasa nada. —imité sus palabras.

Después no hubo la necesidad de hablar más, así que ambas sonreímos y yo me fui de la cafetería pensando en lo guapa que es esa chica.

¿Pecas y hoyuelos? ¿Qué clase de Dios quiso dárselo todo a esa mujer?

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Swipeeeeee<3

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