Capítulo 6

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Todo estaba lleno de humo, se metía en mis pulmones impidiéndome respirar. Había un pitido constante en mi cabeza mientras mi vista se enfocaba.

En cuanto la vista fue nítida me aferré al asiento con un miedo que jamás había experimentado. Mis ojos observaban el cristal de mi coche hecho pedazos y podía ver el capó metido bajo un gran muro de cemento. Unos gemidos de dolor a mi derecha me alertaron.

Comencé a gritar del terror cuando vi a Alba sentada en el copiloto con un fuerte golpe en la cabeza, pero eso no fue lo peor. Unos barrotes del interior del muro habían traspasado la chapa de mi coche y uno de ellos estaba incrustado en una de sus costillas.

—Ayúdame. —me dijo en un hilo de voz. —Jackie, ayúdame...

—¡Alba! —grité. —Por favor, no te mueras. ¡Ayuda! ¡Ayuda! —me deshice del cinturón de seguridad para acercarme a ella.

—No me muevas. —dijo con los ojos cerrados. La sangre de su frente caía por su rostro y un gran charco de sangre estaba formándose bajo su camiseta. —Pide ayuda, por favor... Me... Me muero...

De un salto me senté en el sofá del apartamento de Jenna.

Estaba bañada en sudor y lágrimas, y el recuerdo de aquel sueño no dejaba que dejara de llorar. Lloré como hacía tiempo que no lo hacía, me desahogué gritando del dolor que sentía en mi pecho al recordar esas imágenes tan terroríficas.

Alba casi muere por mi culpa hace dos años, y el trauma fue tan grave que a veces cuando cerraba los ojos esos recuerdos venían a mi cabeza sin ni siquiera darles yo permiso. Y me mataban por dentro, una y otra vez. Me quemaba recordar que fui yo la causante de ese accidente.

Los psicólogos que intentaron ayudarme en aquellos tiempos me repetían una y otra vez que aquello pasó para que yo cambiara, para que dejara de beber y de consumir, que aquello podría ser el inicio de una nueva Jacqueline y que debía tomármelo como una segunda oportunidad.

Pero yo no pude verlo así. La culpa y el remordimiento me consumieron de tal manera que aquello lo empeoró todo. Bebía más y consumía más para dejar de sentir el dolor.

Lo utilizaba como un analgésico para matar a los demonios de mi cabeza.

Estaba acostumbrada a despertarme con ese mal cuerpo debido a las pesadillas, así que lo único que hice fue darme una ducha fría, vestirme y bajar a la cafetería.

Jenna me sonrió detrás de la barra.

—Buenos días. —me dijo. —¿Has dormido bien?

—Sí, genial. —sonreí irónicamente.

Hice una mirada de reconocimiento por la cafetería. Estaba vacía y eso que eran las ocho de la mañana, a estas horas todas las cafeterías estaban llenas de gente desayunando antes de ir al trabajo o a estudiar.

Por el cristal de detrás de la barra que daba a la cocina, Edward me saludaba sonriente.

—¿Quieres comer algo? ¿Un café quizás?

Volví la mirada a la tierna mujer que secaba vasos con un trapo blanco.

—No, gracias... —coloqué las llaves sobre la madera. —Me tengo que ir.

Ella asintió y se guardó las llaves en el bolsillo trasero de sus vaqueros negros.

—Gracias por ayudarme estos días. —le sonreí. —Si alguna vez necesitáis ayuda o cualquier cosa... Estaré disponible.

—Suerte. —me dijo. —Cuando llegues a casa come algo, estás pálida.

Asentí con una media sonrisa que tuve que forzar porque no me encontraba nada bien. Cuando salí a la calle y el frío de la mañana se instaló en mis huesos, me metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta y me acerqué al aparcamiento de la universidad.

If not for youWhere stories live. Discover now