Capítulo 11 (1/3)

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Lo peor de la depresión es que no te das cuenta de lo que sucede a tu alrededor.

Llevaba mucho tiempo pensando solo en mí, en mis idas y venidas, en mi propio mundo oscuro que me absorbía cada vez más. Estaba tan encerrada que nunca me di cuenta de Laura.

Llevaba días casi sin hablar con nadie, evadía a todo el mundo incluso a mí, y entonces me di cuenta de que ella vive en la misma casa que yo desde hace más de cuatro años. Ella también sufre, también tiene que tragarse al maltratador de Leonardo, también ve cómo mi madre va quitándose la vida poco a poco con el alcohol.

Y para sumarle más cosas vive aguantándome cada día, a mi depresión, a mi ansiedad y a mi falta de autocontrol.

Jamás me enfoqué en que ella está sufriendo igual que yo. O peor... Ella vive con el recuerdo de aquel accidente que mató a sus padres. Y esa tarde me di cuenta de algo muy grande.

—Vamos Laura... Déjame entrar. —le pedí por sexta vez. —No me voy a ir hasta que me abras.

—Vete. —escuché tras la puerta. —Pierdes el tiempo.

—Cuando me encerré en el cuarto por dos días seguidos, a la única que dejaba entrar era a ti. —insistí. —Me lo debes.

Hubo silencio durante unos segundos, pero después escuché sus pasos acercándose y sonreí. Entonces vi su aspecto.

¿Era así como me veía yo en mis momentos de bajón?

Sin decirnos nada entré y cerré la puerta. Ella volvió a la cama y se tapó con las sábanas para que no pudiera verla.

—Creo que soy la persona menos indicada para decirte esto pero... Encerrarte aquí no te va a servir para nada.

—Estoy bien aquí.

—No estás bien. —me senté en el filo de la cama. —Y yo tampoco.

—Somos iguales. —se destapó un poco y me miró. —Las dos andamos luchando con la maldita depresión.

—Y no hay nada que hacerle, eso es lo peor. —suspiré. —Pero mira, yo me levanté una mañana queriendo mejorar y eso estoy intentando.

—Lo estás haciendo muy bien. —medio sonrió. —Tienes hasta mejor cara.

—Porque Alba y Tate me hicieron entrar en razón. —dije. —Me hicieron entender muchas cosas.

—Yo también hablo con ellas, pero es que no hay palabras para hacerme sentir mejor... —se destapó y se sentó.

En cuanto nos miramos a los ojos las dos retuvimos nuestras lágrimas.

—No es el hecho de hacerte sentir mejor... Es el hecho de luchar, Laura.

—Yo no se si quiero luchar más. —el labio le tembló. —¿Por qué estoy viva? ¿Para qué?

—Hey... —tomé una de sus manos.

—No, Jackie, respóndeme. —me miró con lágrimas en los ojos. —¿Para qué? ¿Por qué resistí ese accidente? Mis padres se fueron y ellos me querían... No te puedes hacer una idea de lo feliz que era con ellos.

—Lo he visto en primera persona. —sonreí recordando la imagen de ella junto a su familia.

—La vida me los quitó, se los llevó y me dejaron aquí sola. —comenzó a llorar. —En una casa donde hay un hombre que me desprecia porque soy una boca más que alimentar. Cuando murió mi madre, mi tía dijo que me cuidaría y que con vosotros estaría a salvo. Pero no superó la muerte de mi madre y al poco tiempo tu padre se fue, después nuestros abuelos, y después casi te vas tú.

If not for youWhere stories live. Discover now