Capítulo 3

149 33 5
                                    

Al volver de la universidad se me hizo raro que el coche de mi madre aún estuviera estacionado frente al garaje. Me fijé que todas las persianas estaban bajadas antes de entrar.

—¿Hola? —no obtuve respuesta, así que solté la mochila y me adentré. —¿Mamá?

La casa olía mucho a tabaco. Comencé a abrir todas las ventanas para que la luz entrara y ese olor saliera. Lo ordené todo un poco y en el proceso me fijé en las tres botellas de vino vacías sobre la mesa del salón.

—Jacqueline. —escuché mi nombre.

Me acerqué al sofá, ella estaba allí estirada bajo las mantas. Su maquillaje del día anterior daba miedo y su pelo estaba enredado.

—¿Qué haces que no estás en el instituto? —preguntó con la voz rasposa.

—Acabo de volver, son las tres de la tarde. —la destapé. —¿Y tú por qué no estás trabajando?

—Me encontraba mal. —se tapó la cara para evitar toda esa luz de repente. —No te preocupes, Leo ha justificado mi falta de asistencia.

—Ya, Leo te lo soluciona todo.

Me moría de hambre y no había nada en el refrigerador.

—¿Laura no ha vuelto? —pregunté en voz alta.

—No lo se, estaba durmiendo hasta que tú has llegado. —contestó desde el salón. —¿No volvíais juntas?

Pensé una excusa rápida. En teoría Laura y yo íbamos y veníamos juntas con su coche, pero hace ya días que no voy a clase. Por las mañanas voy con ella y estacionamos en la universidad, ella toma el camino hacia la puerta y yo hacia la cafetería. Las horas escribiendo volaban y cuando quería darme cuenta Laura ya se había ido a casa.

—Sí, pero hoy he salido yo antes. —contesté volviendo al salón. —Voy a pedir algo de comida, ¿te apetece?

El repartidor del McDonald's nos trajo tres hamburguesas bien apetecibles, y al rato Laura llegó. Comimos las tres juntas pero en silencio, cada una lidiaba con los pensamientos intrusivos en su cabeza.

—Oye mamá, ¿podrías prestarme algo de dinero? —pregunté.

Sus ojos verdes me miraron cansados.

—¿Qué necesitas?

—Se acerca el cumpleaños de Tate, quiero regalarle algo. —contesté.

Los ojos acusadores de mi prima me miraron.

—¿Volvéis a ser amigas? Qué bien. —sonrió.

—Bueno, no del todo. —contesté. —Pero me ha invitado a su fiesta de cumpleaños y eso es un paso.

—¿Cuánto necesitas?

—Unos... doscientos.

Laura se atragantó con las patatas fritas y mi madre dejó de masticar.

—¿Qué quieres regalarle? ¿Un reloj de oro? —preguntó sorprendida.

—Quisiera gastarme unos cien en su regalo y el resto guardármelo para mi. —contesté. —Ahora vienen los exámenes y voy a pasar muchas horas en la cafetería.

—Bueno, en realidad hace mucho que no os doy nada de dinero. —nos miró a ambas. —Os pasaré algo a vuestra cuenta.

Mi prima y yo le dimos las gracias con una sonrisa. Al final hasta Laura salió ganando.

***

Le dije a Mason que quedaríamos a primera hora en la cafetería donde me amenazó, y como siempre llegaba tarde.

If not for youWhere stories live. Discover now