IX

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La madrugada ya se había hecho presente desde hace un tiempo y el relato de Chuuya parecía que solo había durado un suspiro. La intensidad de la historia, junto con la gran cantidad de información revelada habían hecho que Dazai se perdiera en los minutos, abandonando completamente la percepción del tiempo.

Chuuya suspiró luego de un rato, bebiendo la última gota de su copa.

Solo había bebido una en todo ese rato, pues sabía que a pesar de amar el vino, su resistencia, irónicamente, era casi nula. Así que, solo se limitó a servirse una apenas había comenzado a hablar y a mantenerla entre sus dedos, bebiendo a cada ciertos momentos cuando sentía que el nudo en la garganta se apretaba de tal forma que no le dejaba gesticular claramente las palabras.

Solo un sorbo del vino y continuaba.

Finalmente, la idea de tener la copa de vino en sus manos era solo para tener algo a qué aferrarse mientras abría su corazón y dejaba que su herida volviera a sangrar.

Dazai quería decir algo luego de todo lo que Chuuya le había contado, pero era como si las palabras hubieran muerto en su garganta aun antes de siquiera existir. Quería decir algo, comentar sobre el frío que hacía, pedirle a Chuuya que se apoyara en él, decirle que estaría todo bien o simplemente maldecir con las peores palabras posibles a aquel ruso que hizo sufrir al omega.

Pero ninguna frase podía ser formulada.

Quiso llevar una mano hasta su cabeza con frustración. Una parte de él casi se arrepentía de haber insistido en que Chuuya le contara sus motivos para ser tan esquivo con él y querer mantenerse lo más alejado posible, porque ahora se daba cuenta que no estaba listo para escuchar todo aquello que él le había revelado.

Habría esperado cualquier cosa realmente.

Desvió su mirada hasta el pequeño altar a su lado. El sonido del agua era lo único que interrumpía el silencio que los envolvía, junto a la brisa que cada cierto tiempo se hacía presente.

Miró la caja de madera, ahora con más detenimiento y más consciente de lo que ello significaba.

Ahí descansaba Sorano, la pequeña hija de Chuuya.

Sintió un frío recorrer su espina, sin saber si darle el crédito al frío que los envolvía o al hecho que acababa de pensar.

–Dazai...–Chuuya le llamó, hablando por fin–Es por esto que no puedo corresponder a nuestro lazo–dijo–No puedo hacerle a Akutagawa lo mismo que me hizo Fyodor.

Y lo entendía. ¡Claro que lo hacía! No era tan idiota como para no saber cuál era el punto de Chuuya al decirle todo esto y a lo que quería llegar.

Ah... todo parecía complicarse cada vez más.

–Lo entiendo–respondió, aunque realmente en el fondo de su corazón no lo hacía.

Y Chuuya también era consciente de esto.

Volvió a suspirar, colocándose de pie y tomando en sus manos la botella,

–Será mejor que entremos–dijo y Dazai le siguió hasta el interior del hogar.

Una vez dentro, ambos se miraron a los ojos un instante. Dazai le regaló una sutil caricia en la mejilla, aun sin decir palabra y Chuuya lo agradecía. No quería palabras vacías y promesas que no podrían cumplirse, frases dichas solo por el sentimentalismo del momento.

No quería más engaños de la vida. Y Dazai tampoco estaba dispuesto a hacerlo.

Así que por esa noche, se limitaron a quedarse en silencio, entendiendo que las palabras no lograrían más que entorpecer el momento y agrandar la herida.

Dime que me quieres - AU!Omegaverse Soukoku (Bungou Stray Dogs)Where stories live. Discover now