Cápitulo IV: Antes Que Ver El Sol

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El siguiente partido del Manchester era con nada menos que el Chelsea, equipo que estaba poniendole los pelos de punta por la indecisión que mostraban para con su amigo Enzo, Julián tenía muchas ganas de desquitar sus frustraciones en la cancha, no solo por el pase improbable de su amigo, sino porque la situación con un cierto rubio empezaba a impacientarlo, Erling estaba más atento que nunca físicamente, lo llavaba de un lugar a otro con su brazo sobre sus hombros o alrededor de su cintura, le sonreía cada vez que cruzaban miradas en el comedor y no dejaba de encontrar ocasión para marcarlo en los entrenamientos, siempre estando ahí, siempre al alcance de su mano.

Pero él y Julián ya no charlaban como antes, no podían mantener una charla por mas de unos 10 minutos porque alguno siempre buscaba alguna excusa para terminarla e irse a otro lado. No habían discutido, no habían peleado, simplemente la tensión indiscutida entre ellos se volvía cada vez mas densa, más dificil de ocultar. Estar juntos en su habitación se había vuelto un ejercicio de resistencia, cada vez que el noruego se cambiaba frente a él, despojandose agilmente de su ropa, Julián tenía que contar hasta 100. Era asfixiante.

Julián miraba como Erling se paseaba por el predio con su pelo suelto y al viento después de su ducha, con total despreocupación y sin percatarse de la mirada del castaño sobre él, este bufó y se levantó del sillón donde estaba. Salió sin despedirse de sus compañeros, caminando con paso apresurado a su habitación. Al abrir la puerta el perfume del noruego -regalo de Julián, por cierto- lo invadió y tuvo que dar un par de bocanadas para acostumbrarse, pensó que podría escapar un rato de su compañero, pero ahora que toda la habitación parecía impregnada con su aroma se sentía abrumado, necesitaba salir de allí, en ese mismo instante se encaminó a su comoda y tomó un pantalón, se cambió y decidió que no tenía porqué cambiarse la campera del club, dió una ultima ojeada a la habiatación, guardó su billetera y su telefono en los bolsillos del jean, tomó un gorro de la mesa de luz y salió. Caminó lo más rápido que pudo hacia la calle, solo cuando estuvo afuera sintió que podía respirar.

Caminó sin rumbo durante lo que parecieron horas, llegó al centro, las calles estaban concurridas, había autos yendo y viniendo, y la atmosfera estaba cargada de monotonía. Julián trató de dejarse llevar por ella, intentó no prestar atención a su desbordante corazón que le imploraba por un descargo, un consuelo, un hombro amigo. Nunca se quejaba de su decisión de estar lejos de casa, no es como si no tuviera amigos en el City, pero ahora mismo habían una o dos personas con las que hablaría de esto, y ninguna de las dos estaban en condicieones de responder, la primera, su madre, seguramente dormía en su cama en Argentina y la segunda persona, su amigo y compañero de cuarto durante su tiempo en la selección, Enzo, seguramente estaba ocupado con el Benfica. De cualquier manera la cabeza de Julián estaba en tal estado que no quería ni podía poner sus pensamientos en palabras, quería a Haaland y sabía que el rubio debía de quererlo también, no había otra explicación para sus incansables cuidados, sus incesantes preguntas sobre su día o la ternura de sus palabras. Pero si se querían, ¿por qué no pasaba nada entre ellos? El cordobés ya sabía la respuesta, la sabía pero no se atrevía formularla enteramente en su cabeza, porque al hacerlo tendría que enfrentarla.

La verdad impronunciable que amenazaba con materializarse en cualquier momento era que si algo pasaba entre ellos, si uno de los dos daba ese paso adelante, habría posibilidad de que todo terminara consumiendose tan rapido como un fosforo, ardiente y luminoso en el principio, pero que al consumirse puede quemar para luego enfriarse para siempre.

No habría vuelta atrás, no podrían ser capaces de volver al lo que eran, a las caricias robadas en los vestidores, a las palabras dulces susurradas en la seguridad de la madrugada y a los exagerados gestos en público que permitía la cultura del deporte. El argentino no era tan ingenuo como parecía, quería que Haaland diera ese salto con él y que lo intentaran, quería que sus muros desaparecieran y lo invitara a entrar, temía empezar a resentirlo por cuidarlo tanto que lo cuidaba de él.

notice me • erling haaland x julián álvarez Where stories live. Discover now