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~Evora~

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~Evora~

Soplo mi café, ¡detesto las cosas calientes! Mis tacones golpean el suelo del instituto mientras camino hacia el salón. La semana había pasado tan bien: había sacado una A+ en la tarea de matemáticas gracias a que Clover había hecho mi tarea.

Atlas hoy me daría una buena noticia, por eso estaba de buen humor.

Me sentía particularmente feliz a pesar de ser día miércoles.

—¡Un minuto antes!

—Realmente estoy sorprendido, señorita Martin. Ha vencido su récord personal, ahora, tome asiento.

—Oh, extrañaba tener compañía.

—¿Recuerdas algo de todo esto?

—¿Por qué crees que tengo una mínima idea de qué estamos haciendo? Este muchacho es el listo de los tres —dije señalando a su gemelo.

Él rió y su gemelo no.

—¿Te enojaste?

—Un poco de atención a la clase no te vendría mal —respondió ignorando mi anterior comentario y yo solo rodé los ojos.

—Intenten resolver los ejercicios de la página 95 por su cuenta, la próxima semana tendremos examen —dijo borrando la pizarra. ¿Había que tomar nota? —Eso es todo, feliz día —de a poco todo el salón se va vaciando y yo salgo de él rumbo a mi siguiente curso.

—Atlas ¿vas a decirme la buena noticia? —pregunté con auténtica curiosidad mientras caminábamos, él negó —. ¿Es en serio? ¡Anda, dime!

Abrí la boca para seguir protestando pero nos enviaron a clase.

Asentí mientras caminaba hacia ciencias intentando asimilar que las siguientes dos horas de mi vida las pasaría sin mis mejores amigos y junto a ranas muertas.

Me dí cuenta muy tarde que había olvidado mi bata de laboratorio y tuve que usar una de las de la escuela. Casi nadie las utilizaba porque su limpieza se realizaba cada vez que cambiaban de profesor, es decir, nunca.

El chico con el que me había tocado compartir mesa rió ante mi descuido.

Había olvidado ese pequeño detalle y ahora me estaba costando oler mal todo el día, en mi hora libre decidí tomar una ducha y cambiarme antes del almuerzo. No estaba dispuesta a oler a sudor y desesperación varonil impregnada en una bata de laboratorio. Malditas ranas disecadas.

Sonreí al escuchar los murmullos que la gente decía mientras iba caminando por el instituto, digamos que tenía un poco de fama en el lugar. Mi cuerpo ahora estaba vestido con un pantalón roto en lugares estratégicos y una blusa corta color negro que contrastaba con mi melena rubia.

—¡Ay, preciosura! —me gritó un miembro del equipo de baloncesto mientras entraba a la cafetería.

Atlas me esperaba en la mesa de los populares donde estaban los miembros del equipo de fútbol y las porristas, todos eran amigos míos, pero nadie tan íntimo como los gemelos.

Yesterday #PGP2023Where stories live. Discover now