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~Evora Martin

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~Evora Martin

Odiaba cuando había examen.

Hoy era la prueba de álgebra que el profesor había anunciado la semana anterior. No estaba lista.

—¿Recuerdas algo de lo que vimos en el semestre, al menos? —negué —. Carajo, te va a ir mal.

—Gracias a todos por asistir puntuales. Quiero que coloquen solo sus lápices y borradores sobre la mesa y tienen prohibido hablar con el compañero del frente, de la par o de cualquier dirección. Al primero que sorprenda hablando se le anulará el examen y tendrá un cero inmediatamente. Pueden empezar — dictó nuestra sentencia de muerte.

Tenía que estar bromeando. ¿Un cero por hablar? En verdad estaba perdida.

—Lea con atención los ejercicios y resuelva... ¿Cuando vimos esto? —pregunté al aire.

—Intenta recordar —y así me rendí.

Los minutos pasaron y mis compañeros de clase entregaban su examen. Yo no sabía ni siquiera como hacer el primer ejercicio.

~×~

~Milan Martin

Mi hija nunca había sido la mejor estudiante.

Tenía que hacer algo al respecto.

—¿Y puedes volver a presentar el examen? —ella negó y me dió una sonrisa para que me suavizara —. Realmente estoy decepcionado de ti—la molestia en mi voz era evidente.

Hablaba en serio.

—¡Papá! Lo haré mejor la próxima vez —se acercó a mí para darme un abrazo. No correspondí.

Requiero medidas drásticas.

—¿Estoy castigada?

—Lo que necesitas es disciplina en tus estudios. Estás castigada y necesitas un tutor —solté molesto y por su reacción supe que no le agradó lo que dije —. Eso es todo.

—¡No soy estúpida!

—Obedece. Entiende que es para tu bienestar académico —dije —.

Y nunca mencioné que fueras estúpida.

Terminé la charla y subí a mi cuarto.

—Mira nada más, tu dulce princesita ya no parece ser perfecta —dijo mi hija mayor mientras bajaba las escaleras.

Isana había cambiado mucho.

~×~

~Benjamin Clutier~

Gracias al vuelo de cuatro horas tenía un horrible dolor de cuello y espalda.

Olvidé lo incómodo que era viajar en un avión comercial. Aunque papá estaba dándome su apoyo, no me permitió usar el jet privado.

Debía encontrar un lugar donde hospedarme porque ya estaba en Canadá. Cada vez estaba más cerca de conocer a las personas que Lilith-june un día llamó su familia.

—Yo lamento molestarlo, pero quisiera saber si conoce algún hotel no muy lejos de aquí.

—Grand Hotel Canadá es el mejor del lugar, puedo llevarte si quieres —yo accedí —. Así que no es de por aquí. ¿Que lo trae a Canadá?

—Es un asunto familiar —dije sin muchos rodeos.


Más complicado.

—¿Usted sí es de aquí? —pregunté con curiosidad y una sonrisa.

Mi conversación murió en ese instante.

—Muchas gracias, señor. Quédese con el cambio —pagué el servicio del taxi y un poco más —. Espero que este viaje no haya sido en vano.

—Espero que encuentres lo que viniste buscando. ¡Bienvenido a Canadá! —fue lo último que dijo y puso en marcha el auto.

Con mis maletas en las manos, ingresé al imponente hotel que se encontraba al frente. Me registré y entré.

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