C4: ERIEN

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ERIEN
 
Me levanto de bastante buen humor para haber dormido en una cama que no es la mía, lejos de mi casa y sin poder ver a mi familia nada más levantarme para desayunar. Aunque es agradable entrar en la cocina y encontrarme al abuelo.

Estiro mi largo cuerpo, hermoso y atlético al salir de la cama y voy al baño a lavarme la cara y luego me pongo ropa cómoda para bajar a la cocina donde el abuelo está calentando leche al fuego y trozos de pan para hacerse unas tostadas.

—Buenos días, abuelo —saludo alegre.

—Buenos días, ¿Vas a desayunar? —pregunta girando los panes para calentarlos por los dos lados.

Estoy un poco cohibido porque no es mi casa. Intento relajarme porque es la casa de mi abuelo y quiero sentirme a gusto y con confianza. Abro tímido la alacena donde lo he visto guardar el azúcar ayer cuando se calentó leche para irse a dormir y busco café.

—¿No tienes café?

—No hay café en esta casa —gruñe—. El café no es bueno para la tensión y para dormir por las noches.

—Pero me mantiene despierto por la mañana, abuelo —me quejo.

—Nada de café —sentencia y hago una mueca—. ¿Quieres leche caliente?

Aprieto los labios viendo como vierte más leche para calentarla para mí. Saca otra taza igual que la suya de otro color de un juego que tiene en el mueble.

—Creo que hay cacao en el armario —me señala el mueble que acabo de abrir.

Abro curioso, al menos para darle sabor a la leche. Encuentro el bote de cacao puro y veo la fecha. No está caducado. 

—A veces la hija de la vecina viene a tomar leche caliente conmigo —me comenta el abuelo vertiendo la leche en las tazas.

Me alegra que haya tan buenos vecinos que venga a hacerle compañía. 

Nos sentamos a la mesa con las tazas humeantes delante. Observo al abuelo entretenido que parte las tostadas en dos con el cuchillo y los unta con un poco de mantequilla y luego echa uno poco de mermelada de fresa. Pone ese trozo para mí y sigue untando más.

—Abuelo, me haces sentir como un niño —digo observando la tostada—. Puedo hacerlo yo.

—Calla y come —me ordena señalando la tostada con el cuchillo.

Cierro la boca y cojo la tostada mojándola en el leche con cacao antes de darle un mordisco. El pan caliente está blandito y la mermelada está muy buena. Me la acabo casi en dos bocados y luego cojo un par de galletas de un tarro que tiene siempre sobre la mesa.

Al acabar recojo mi taza y la del abuelo para lavarlas a pesar de que por poco no me deja, pero quiero ayudar, no voy a dejar que lo haga todo él. Mientras friego él limpia la mesa y recoge lo que sobró para la nevera.

Me seco las manos con el trapo y veo al abuelo con una hoja y un boli revisando los armarios anotando lo que imagino que hace falta.

—¿Vas a hacer la compra? —pregunto pensando en las cosas que me gustaría comprar.

—¿Necesitas algo?

—¿Me dejas que te acompañe? —pregunto con ilusión.

Soy como un niño adorable que quiere acompañar a su abuelo a la compra. Falta que me lleve de la mano y me compre un sobre de cromos.

En cuanto afirma corro a buscar unos zapatos, una chaqueta y mi cartera. Al bajar de nuevo corriendo el abuelo está cambiando sus pantuflas por unos zapatos marrones y del armario coge sus bolsas reutilizables de tela. Nos ponemos rumbo al supermercado, hacemos el camino en silencio disfrutando de la mañana cálida que hace hoy.

Breathe in youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora