C6: ELLIE

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ELLIE

Desperté muy cómoda en mi nueva cama aunque de mal humor porque tenía un hambre increíble ya que lo único que cené para calmar mi hambre fueron unas galletitas saladas que me quedaron en el bolso de cuando cogí el avión. 

Eso no es todo porque no desperté de forma agradable y cuando yo quise. Me levantaron de la cama a la fuerza, en especifico fue el maldito Sargento. Fue tan considerado de esperar a las nueve de la mañana exactas para hacer sonar una trompeta que me levantó de un susto y caí de mi cama porque estaba en el borde. 

La puerta se abrió de golpe mostrando al Sargento y lo miré con odio.

—Arriba —ordenó.

—No —espeté—. Todavía tengo sueño.

—Es la hora de levantarse empieza a acostumbrarte a los horarios  —espetó.

Me pongo en pie echando chispas y lo enfrenté.

—No soy uno de tus reclutas para que me des ordenes —grité apretando los puños.

—Vives aquí y seguirás mis normas.

Chille furiosa pero ni se inmutó.

—No voy a cumplir tus ordenes, no estoy en la milicia.

—No, pero esto es un castigo por tus actos.

—¡Tú no me mandas! ¡No eres mi padre!

—Tu padre me dio permiso para obligarte a cumplir mis normas.

—Pues no pienso hacerlo.

—El desayuno es ya —dijo ignorándome—. O desayunas ahora o no comerás hasta la comida.

Solté el aire furiosa, iba a mandarlo a la mierda pero mi estómago dolorido no estaba por la labor por lo que no me quedó alternativa que obedecer por una vez. Lo seguí escaleras abajo y el olor me hizo la boca agua y me dolió más el estómago del hambre.

Me senté en la mesa donde están los platos vacíos.

—Ven aquí a servirte —ordenó el Sargento amargado—. Tienes manos y puedes hacerlo tú.

Con paciencia respiré hondo y cogí mi plato. En la encimera todo tenía muy buena pinta. Hay huevos revueltos, bacon frito, pan tostado, avena con frutos secos y fruta. Hay comida para un regimiento, creo que está demasiado acostumbrado a hacer comida para muchos. 

Me serví un buen plato de huevos y bacon. Le pedí un tazón y eché avena con las frutas.

—¿Tienes miel? 

Señaló la nevera y abrí las dobles puertas buscando la miel. Me quedé alucinada con la cantidad de comida que hay, tanta variedad y un montón de tuppers con comida ya preparada lista para calentar y comer. 

En una de las puertas al lado de la leche encontré la miel. Con la cuchara eché un poco en mi avena y la dejé en la encimera. 

—¿Dónde están las tazas? —pregunto viendo la cafetera.

El Sargento que ya se había sentado a comer me señaló el armario que tengo delante. Saco una taza y me sirvo una taza humeante de café. Volví a la mesa y empecé a comer con ansias porque tenía muchísima hambre.

Comí lo último que me quedaba de los huecos revueltos y recogí el plato para lavarlo.

—Voy a ducharme —anuncio secándome las manos con el trapo.

—Tienes quince minutos —su voz me hace frenar en el umbral de la puerta.

—¿Cómo dices? —pregunto pensando que oí mal.

Breathe in youWhere stories live. Discover now