C17: ELLIE

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ELLIE

—¡Hastings! —el grito me hace abrir los ojos del susto.

Joder.

Con lo que me había costado volver a dormir después de que sonara la maldita trompeta de todos los días. La había ignorado y por suerte no me había molestado para que me levantara, ya que el Sargento respeta mi privacidad y jamás entra en mi habitación aunque si que tiene golpeado la puerta para hacerme salir. Miro el reloj, maldita sea solo ha pasado una hora.

Solo son las diez y ya está molestando.

Oigo golpes en la puerta, pero no son en mi puerta. Frotándome un ojo salgo de mi habitación y veo al Sargento golpear insistente la puerta del baño.

—¡Abre de una maldita vez, Hastings! ¡No me hagas entrar por la fuerza!

—¿Pero que dices? —pregunto empezando a despertar.

Sorprendido se gira a mirarme y frunce esas cejas gruesas que piden con urgencia un arreglo. Mira de nuevo la puerta del baño donde se oye correr el agua de la ducha y la música bastante alta.

—¿Es Jared? 

—Obviamente no soy yo, estoy aquí —digo obvia cruzando los brazos.

—Lleva una hora en la ducha.

—Uhh...—murmuro con una sonrisa malvada—. Eso es más de lo permitido.

El Sargento no deja de mirar la puerta. Espero pero no hace nada.

—Vas a decir algo, verdad? —apoyo el hombro contra la pared sonriendo—. Podría acusarte de favoritismo, no sería justo que él pueda saltarse las normas por ser tu hijo.

—Las normas son para todos —asiente y va a las escaleras.

Lo sigo de cerca hasta el cuarto de la lavadora donde también está el calentador de agua.

—¿Puedo hacerlo yo? —junto las manos con ilusión y la maldad saliendo por cada poro.

Se hace a un lado y me deja vía libre a los controles del calentador. Agarro la rueda que regula la temperatura del agua y no lo dudo ni un instante. La giro de golpe y espero paciente hasta que se oye una maldición casi gritando y seguida mi risa.

La música arriba deja de sonar, igual que el agua de la ducha y oímos pasos rápidos por el pasillo. Sigo deprisa al Sargento que se planta en el pie de la escalera enfrentando a su hijo en toalla.

—El agua está fría.

—Llevas una hora en la ducha —le gruñe su padre. 

Se me escapa la risa y los ojos verdes de Jared dejan de mirar a su padre para mirarme a mi que estoy medio escondida en la esquina del pasillo disfrutando el espectáculo.

—Ella tarda más de una hora en el baño —acusa infantilmente señalándome con la barbilla para no soltar la toalla que lleva en la cintura.

—En el baño, no en la ducha —corrijo con una sonrisilla burlona—. Yo tardo en la ducha mis veinticinco minutos permitidos.

No me puedo aguantar la risa lo que enfurece a Jared que intenta ir hacia mí pero su padre se lo impide.

—Ve a vestirte, tenemos que hacer la compra —ordena señalando escaleras arriba.

Sonrío muy contenta.

—No te hagas la santa Hastings, que tu eres mucho peor.

—Eso no me quita la felicidad de que por una vez sea a él a quien molestes.

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