02. Bosque, sangre, caricias perdidas y dos almas sin vida

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***

Tropezando, dando vueltas...
Estoy bajo tierra, me caí.
Me estoy volviendo loco, así que, ¿Dónde estoy ahora? ¿Es esto real? ♪

(Trippin’ out, spinning’ around. I’am underground, I  fell down.
I’m freakin’ out, so where am I naw?
         Is this real?)                      
                  

                      ♪ Alice ♪                     
Avril Lavigne

***
Capitulo 2

Mi corazón late tan rápido y frágil como las alas de una mariposa.

Kástian.

Las siete letras de su extraño nombre se quedan grabadas en mi cabeza a cal y canto, y por más que lo intento no puedo sacarlas de allí, rebotando e invadiendo cada rincón como una peste.

Si, como una peste. Y algo me dice que allí se quedarían por mucho tiempo más. El mero pensamiento hace que mis mejillas se tinten de un tono rojizo avergonzador y enojado.

Mi yo de 17 años con hormonas adolescentes me empieza a dar asco. Y eso que no llevo ni un solo día siéndolo.

Kástian ladea la cabeza, un mechón de cabello negro cayendo sobre su frente por el acto. Jamás admitiré la ternura idiota que me dio ese mero gesto.

Basta, Jhada. Esto es ridículo. Esto no te había pasado jamás por un chico.

¿Y por qué me sigue mirando de esa manera tan… sonriente? ¿Tendré algo en la cara? ¿Algo asqueroso tal vez? ¿Tierra? ¿Humedad?

Siento la repentina necesidad de golpearlo. En la cara.

—Lo dudo mucho, largurucho… — respondo con tono agrio.

¿Jesucristo, le acabas de llamar largurucho al pobre chico...?

—Además, ¿Kástian…? ¿Enserio? —Su nombre me dejo un cosquilleo tan extraño en los labios que tuve que tragar saliva disimuladamente un momento. Repito. Ridículo. — ¿Quién tiene un nombre tan… tan ridículo como ese? ¿Qué clase de nombre idiota es ese?

Vale, lo admito, hasta yo misma me sorprendo. ¿Por qué estoy tan a la defensiva? Es incluso mucho hasta para mí, y eso es decir mucho.

Pero él no se inmuta, y eso me frustra aun mas si cabía, recibe la reprimenda con una muy feliz y terriblemente irritante sonrisa ladeada, como si le pareciera gratificante mi supuesta curiosidad por el origen de su nombre, aunque solo fuesen intentos por mortificarlo…  

—Así que… es tu cumpleaños. —es lo que dice en su lugar. Este chico tiene que estar chiflado. —Lo siento, querida Jhada, no tengo un regalo para ti. ¿Dime, cuántos cumples? ¿5, 6, 7? ¿15 añitos?— juega, con la cabeza ladeada sobre su hombro derecho.

Enserio, ¿Por qué me sigue llamando de esa manera? Necesito con urgencia que se detenga, me está poniendo de los nervios y eso no le conviene. Dios lo sabe. Además, ¿Un regalo? ¡Pero si me acaba de conocer!

Bufo.

—Aunque lo tuvieras no lo aceptaría.

—¿El qué?

—El regalo.

—¿Cuál regalo?

—Pues… pues el regalo.

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