04. El sonriente gato negro

69 16 29
                                    


***
♪ Déjame morir, déjame ahogarme, pon mis huesos en el suelo.
Todavía vendré cuando termine el tiempo de dormir. ♪

(Let me die, let me drown, lay my bones in the ground. I will still come around when the time for sleep is through)

♪ Thus Always To Tyrants ♪
THE OH HELLOS

***
CAPÍTULO 4

No. Fue. Real.

No lo fue... No lo fue... No lo fue...

Me repito mientras miro fijamente la superficie blanca lechosa del techo de mi habitación, con Cheshire ronroneando perezosamente sobre mi estomago.

Todavía no sé porque lo hace, eso de acostarse sobre mí, que soy más bien una pila incomoda de huesos y teniendo el resto de la cama para él, un sofá a un lado y hasta su propio lugar para dormir. Llevo años preguntándomelo. Supongo que nunca lo sabré.

Maúlla y me mira mal cuando me remuevo un poco bajo él, desestabilizandolo y obligándolo a clavarme las garras en el estomago para no caerse, sus ojos gatunos se entrecierran en dos juzgadoras rendijas.

—Amargado. —le acuso y el bufa, como diciendo "Como tú, víbora"

Suspiro, volviendo a mirar el techo como si fuese la cosa más interesante o tuviera grabadas todas las respuestas a mis incontables preguntas. No es como si ya no lo hubiese hecho durante toda la noche anterior, porque sí, claramente el sueño no me acompañó después de llegar anoche del bosque.

Ya había anochecido por completo, papá no había llegado aún del hospital y yo agradecí internamente al cielo por eso. No es como que le habría hecho demasiada gracia verme llegar del bosque detrás de casa sudada, sucia, ensangrentada y con un miedo inconfundible en los ojos que me calaba hasta los huesos.

Tampoco era algo que me hubiese gustado tener que explicar realmente. Cheshire había sido quien me había dado la bienvenida, echado en un rincón oscuro como su pelaje negro y mirándome con ojos entrecerrados y una mueca de sospecha. El sí que me juzgaba.

Papá, con el agotamiento consumiendo su rostro, llego una hora después y un alivio intenso recorrió mi cuerpo, extrañamente no quería estar sola. Lo recibí ya bañada y limpia, tratando que no viera lo realmente perturbada que estaba aún. Me dolía horrores la herida abierta en mi cabeza, que aun escurría delgados hilillos de sangre que limpiaba disimuladamente a cada instante, incluso después de la ducha, las palpitaciones eran tan intensas y carcomedoras que amenazaban con explotarme el cráneo.

Así que muy a pesar, no pude callármelo, le pregunte si podría darle un vistazo rápido. Cuando observo la herida con el detenimiento y minuciosidad dignos de él, su rostro se frunció en preocupación. Cuando ceñudo me miro y me pregunto cómo me había hecho tal herida, que requería al menos dos puntos de sutura, le dije que me lo había tropezado en el baño y me había dado el porrazo con la perilla de la puerta.

Me creyó, claro. El siempre me creía.

Negó con su cabeza cuando termino de coserme fácilmente, me dio una pastilla para el dolor y me pidió con preocupación que tuviera más cuidado, pero como el ser humano comprensivo que era, me dijo suavemente que no me preocupara, eso le pasaría a cualquiera.

Hoy no me sentía mucho mejor. Mi cabeza seguía doliendo horrores, no como anoche, pero estaba ahí la molestia. Me sentía como si tuviese una resaca de tres malditos días.

Me levanto de mi cama, Cheshire salta de mí y se va meneando su negra cola peluda tras él. Apuesto a que va a ir a despertar a papá para que le dé su desayuno.

Dandelion Where stories live. Discover now