14. Se feliz. Yo invito.

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***
Nunca encajaríamos en ningún lado,
y no me importa que seas peculiar.
Vamos a gritar y gritar en colores más fuerte, que el mundo puede escuchar.
Así que ven y sé un niño raro como yo.♪

(We'd never fit in anywhere,
And I don't care you're peculiar.
We're gonna scream and shout in colors louder, than the world can hear.
So come and be a weird kid just like me.)

Weird Kid ♪
Rosendale 

Capítulo 14


Adentrarme en el bosque se convirtió en algo tan habitual para mí como respirar. Escabullirme de casa, la cuál la mayoría de veces se encontraba sumida en la soledad y el silencio gracias a la exigencia del trabajo de papá no era un problema.

Yo no quería aceptarlo y me obligaba firmemente a no pensar mucho en ello, pero mentiría si dijese que ir al Bosque Maldito no se había convertido muy fácilmente en mi cosa favorita del día, aunque jamás lo admitiría.

Iba cada día, después de que papá se fuese al trabajo si es que estaba en casa. Me encaminaba por los senderos musgosos, entre pinos tan altos como gigantes y abetos encantadores. Ya conocía el camino como si fuese el de mi propia casa, escoltada cada día por los tímidos rayos de luz que se filtraban a través de las ramas más altas y fino murmullo de los animales del bosque. Los cuales parecían murmurar cosas sobre mí, tal vez sabían que yo no pertenecía allí.

Ahora mismo los rayos de luz acariciaban algunas partes de mi piel, pero era tan agradable que no había manera humana de que me quejase por ello. Derrepente, esa bonita mariposa blanca se posa en mi hombro descansando de su arduo vuelvo, sonrío un poco. Ella siempre viene por mí.

—Hola...—la saludo girando mi cabeza para mirárla sobre mi hombro. Sus alas son tan hermosas con un lienzo. —Que buen día hace hoy, ¿no te parece?

Ella simplemente se va, pero no esperaba mucho más. Lo más probable es que si alguien me mirara en este momento pensaría que estoy irremediablemente loca, hablando con una simple mariposa, pensarían. Y yo no me molestaría en defenderme.

Comino un poco más hasta llegar a dónde termina la arboleda, dejandome admirar los precipicios mounstrosos y el viejo puente de madera colgando de ambos. Tan hermoso. Tan peligroso.

Y allí lo encuentro. En la misma posición de siempre, sentado en el medio y sus largas piernas colgando de la madera. Desentonando tanto con su impecable traje, su cabello negro como el plomo apuntando en toda dirrección y su piel tan pálida, desentonando en este paisaje y al mismo tiempo pareciendo que encaja perfectamente, que pertenece justo aquí. Que siempre estuvo aquí.

No he dado un solo paso, no hablo ni hago ningún sonido, ni siquiera respiro, para ser sincera. Solo se escucha el incesante martilleo de mi corazón retumbando entre las paredes de mi pecho, me pregunto cuando parará cuando estoy en su presencia. Pero sé que él lo sabe. Kástian sabe que estoy aquí, el siempre lo sabe.

Tiene la mirada fija en algo a lo lejos, cualquiera creería que está muy concentrado en ello. Pero yo sé que no, yo sé que está calibrando cuántos pasos faltan para que llegue hasta él. Lo sé.

Cuando doy un paso en su dirección, con las puntas de los dedos fríos y la respiración acelerada, el chico gira su mirada. Sus peculiares y un poco rasgados ojos de universo me encuentran en la lejanía, porque si, si todos los ojos estuviesen hechos de diferentes formas, los de Kástian estarían hechos de miles de universos. Una sonrisa torcida se va formando en sus labios al mirarme, y yo siento la repentina necesidad de hacer combustión.

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