15. Dandelion

16 1 0
                                    


Etérea, libre como el aire



Querido diario,

El viento frío del rocío primaveral me atenaba los huesos y me erizaba la piel, las ramas retorcidas de los infinitos árboles daban al vasto cielo azul una panorámica digna de los ojos más soñadores.

Tendida en la hierva, tenía los brazos extendidos a ambos lados de mi cuerpo como si quisiera abrazar el cielo sobre mí. Y tal vez eso quería, abrazar al cielo. Tenía un moraton en la mejilla de un tono olivaceo que no parecía querer desinflamarse pronto. Pero no pensaba mucho en ello, en su lugar, observaba a el universo devolverme la mirada. Aquí, en el patio trasero de casa, porsupuesto.

¿Seré libre de este mundo alguna vez?

Ayer papá me pegó por primera vez. 


Fué algo sorpresivo por un momento, porque a juzgar por su mirada, el tampoco se lo esperó, o al menos pienso que no esperó que fuese en ese momento, como me pasó a mí. El nunca antes me había pegado, si habían miradas, gritos, castigos y palabras horribles que nunca antes había escuchado decir a alguien contra su hija, pero no habían habido golpes... hasta ahora. Luego de asestarme con la gigantesca mano abierta, miró mi mejilla enrojecida y manchada de lágrimas escurridizas, y por un pequeño segundo, pensé que tal vez sentiría culpa, remordimiento, como cualquier otra persona lo haría, pero ese pensamiento duró muy poco. Después de desvíar su mirada a mi mejilla y a el daño que me había causado, mi padre, el hombre al que debería admirar más en este mundo... sonrió.

—Eso es lo que merecen las niñas malas como tú... —fué lo único que dijo con esa voz áspera y soñolienta por el alcohol.

Yo sabía que esto iba a terminar pasado, esperaba que esto terminara pasando tarde o temprano, porque, ¿Cuánto tiempo más podría resistir mamá siendo el único objetivo de su implacable odio? ¿Cuánto tiempo más podría resistir sacrificarse por mí?

Respiro profundamente el aire helado, llenando mis pulmones de él tanto como puedo hasta que siento que van a estallar. Imagino que soy como él, que soy tan ligera como el aire, que floto, iridiscente, etérea... que soy libre como el viento del atardecer.

Entonces escucho un estrepijo que viene de la entrada de casa, avisando la llegada de la única persona que podía entrar y salir de aquí cuando quería. La voz alterada de papá, la voz aterrada de mamá.

—¿Dónde? ¡¿Dónde está la maldita niña, Dorothy?! ¡¿Por qué mierda esta afuera de la casa...?!

Cierro los ojos, fuerte. Quiero fingir que soy como el aire un poco más.

Un poco más, por favor... solo un poco más...

Una feliz...

Dandelion.

Dandelion Where stories live. Discover now