13. La oscuridad de sus ojos compensaba la fragilidad de su corazón

22 2 0
                                    

***
♪ Tu belleza nunca me asustó...♪

(Your beauty never ever scared me...)

♪ Mary On A Across ♪
Ghost


CAPÍTULO 13


Kástian

Miro sin disimulo a la pequeña chica vestida de blanco que se sienta a mi lado. Y por alguna maldita razón no puedo dejar de sonreír apenas.

Podría describir a Jhada de muchas formas, pero la verdad es que ningún adjetivo común se acercaría tanto a la verdad. Porque al mirar a la chica, llegaban a tu mente muchas maneras de describirla, pero sabrías que nunca ninguna le haría justicia.

Aunque, si me arriesgaba un poco, tal vez había una que resaltaba entre muchas otras. Y me dije que tal vez esa era la que se acercaba más a definirla.

Peculiar.

Jhada Fairy, con su largo cabello negro hasta la cintura, con su piel pálida lechosa como la de una persona enferma y sus labios rojizos agrietados, con sus marcadas ojeras sobre el mar infinito de pecas sobre sus mejillas, sus vestidos blancos con la nieve y sus ojos azules oscuros... era  todo eso.

Ella lo era.
La chica que llegó aquí llena de sangre y con una mirada pérdida dibujada en su rostro era todo lo que encapsulaba la palabra. Jhada Fairy era peculiar. No había forma humana de negarlo.

No creo que fuese algo de lo que fuera plenamente conciente ni en lo que se parara a pensar, pero la chica era como un mapa sin dirección exacta. Un mapa con vías y rutas despertijadas y retorcidas que tal vez no llevasen a ningún lado. O tal vez si.

Sea eso bueno o malo. No lo sé.

Lo único de lo que estaba plenamente seguro en ese momento era que yo la estaba comparando con un mapa muy difícil, tal vez imposible de resolver. Y a mi siempre me gustaron las búsquedas del tesoro.

Nos quedamos en un tranquilo silencio por unos minutos. Yo mirando las lejanas montañas que rodeaban el pueblo y ella apretándose el muslo con fuerza cada vez que su mirada resbalaba hacía mí. Era como una especie de castigo autoimpuesto que no terminaba de entender. Si quería mirarme, ¿Por qué simplemente no lo hacía? A mí sinceramente no me importaba, además, yo también la miraba a ella más veces de las que me gustaría admitir.

A mí me gustaban sus silencios, tal vez porque sabia que era un silencio lleno de palabras que pronto diría. Pero me había dado cuenta de que a ella le disgustaban los míos. Como si el que yo guardara silencio la incomodara, el no saber lo que pasa por mi cabeza la hiciera sentir de alguna manera, contrariada.

Por el rabillo del ojo noto que se mueve. Con la inseguridad marcando cada movimiento, saca algo del bolso que ha traído. Siempre me he preguntado que trae allí.

Me miró. Y yo hice lo mismo, pero mis ojos se desviaron inevitablemente a lo que traía en sus manos. 

—¿Que tienes ahí?—pregunto, ladeando la cabeza con curiosidad.

Y apenas pronunciadas las palabras, ella parece querer desaparecer de la faz de la tierra. Su rostro pálido y ojeroso tintandose de un color carmín tan rápido que me preocupé.

—Nada. —respondió bruscamente, con nerviosismo. Tratando de ocultar el objeto que traía en sus manos. Parecía realmente mortificada. —No es nada. Me he arrepentido, ha sido una estupidez.

Dice intentando ocultar el objeto tras su espalda. Aunque no sirviese de mucho. Fruncí el ceño.

—Pues eso no me parece nada, querida Jhada.

Dandelion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora