3. Dudas en seminario

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Cuando Ángela escribió Pray yo tuve la inspiración para escribir este comienzo, nunca llegó a más, ahora te lo doy a ti.

-Este domingo se suspende la misa de las...

Oía la voz, pero no llegaba a escuchar sus palabras, estaba perdido en su mundo, como llevaba semanas, o quizá más de un mes.

No dejaba de darle vueltas a lo mismo una y otra vez, y no entendía por qué, él había tomado esa decisión convencido, quería dedicarle su vida a Dios.

Lo había decidido porque su fe era grande, muy grande, apenas tenía dudas, y estaba seguro de que una fe tan grande sólo podía deberse a que el destino que tenía para él era consagrar su vida.

Aún recuerda la primera vez que se lo planteó, más bien su madre, después de una conversación y todo porque "nunca le había atraído ninguna mujer", pobre inocente, claro que no le había atraído ninguna mujer, pero eso no significaba que no le hubiera atraído ninguna persona.

No sé lo negaba, pues su mente era bastante abierta, y tenía claro que su Dios, un Dios del amor, no renegaría de ninguno de sus hijos sólo por amar a alguien a quien no tenía previsto.

Pero eso no importaba, él había decidido dejar cualquier atracción a cualquier persona y centrarse sólo en su fe, en la Iglesia y en Dios. Porque a parte de su plena creencia, tenía la firme convicción de que si había cosas de la institución que no le gustaban, sólo podían cambiarse desde dentro.

Y en la teoría era todo perfecto, pero en la práctica... si había algo que tenía claro, era que a dos años de su ordenación no podían colarse en su mente pensamientos que le invocaban constantes dudas, ni esos momentos donde sentía que su alma le pedía conocer, estudiar, viajar, vivir experiencias nuevas, pero no del tipo que podría vivir de la forma en la que había encaminado su vida.

Así se había pasado los últimos días, cuando se iba a dormir y cuando se despertaba, palabras retumbando en su cabeza y nadie con quién atreverse a hablar. Al fin y al cabo, la orden sacerdotal era un sacramento que imprime carácter, y en el fondo nunca dejaría de ser sacerdote.

¿Qué hacía pensando en eso? Sus dudas siempre habían conseguido ser eso, dudas, sin más, y no soportaba que no dejasen de crecer a cada minuto que pasaba. ¿Qué quería plantearle su mente? Sería un desorden, una locura, tenía la vida echa y encaminada, y no necesitaba más líos ni problemas, y si tenía que vivir que con tintineo continuo, lo haría, porque tampoco es que hubiera en su vida algo tan radical como para afrentar sus miedos al qué pasará y el qué dirán y tirarlo todo por la borda.

O quizás, todavía no la había. Porque ese chico rubio jamás se habría imaginado lo que puede causar un acento nuevo y unos ojos negros.

Pero lo iba a averiguar pronto.

O quizás demasiado tarde

Las Historias que merecen SerWhere stories live. Discover now