11. Friends to lovers

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Sé que esto se me ocurrió después de leer otra cosa, pero ahora mismo no recuerdo qué, en fin, pa tí todo.

Raoul suspiró cuando escuchó el timbre de su casa, estaba muy a gusto sentado en su sofá viendo películas sin necesidad de enfrentarse a la realidad, pero tampoco quería dejar a alguien esperando bajo la lluvia, por lo que se levantó y caminó hacia la puerta.

Cuando vio quién había al otro lado, esperando para entrar a su casa, le pareció una bonita metáfora la lluvia que estaba cayendo en mitad de la primavera, y supo que lo que llevaba ya demasiados días tragándose no iba a tardar mucho en salir a la luz.

—Sé que me llevas evitando como dos semanas —pronunció Agoney, calmado, como si no tuviera prisa ninguna aunque su pelo goteara y la caja de cartón que sujetaba pareciera ir a romperse en cualquier momento por culpa de la humedad—, pero esperaba que el día de tu cumpleaños me dejaras al menos felicitarte en persona.

Raoul asintió, demasiado nervioso como para contestarle algo coherente o sonreírle, y se echó a un lado, abriéndole camino a su casa.

» No sé si que no lo niegues me tranquiliza o me asusta más.

—Vamos al salón, estoy solo en casa hasta la hora de cenar —fue lo único que contestó.

Los dos chicos caminaron hasta el sofá y se sentaron uno al lado del otro, Raoul mirando al frente con las rodillas recogidas entre sus brazos y Agoney girado hacia él, con una de sus piernas bajo la otra; al ver que el chico rubio no parecía muy receptivo suspiró y dejó la caja en la mesilla frente a ellos antes de acercarse un poco más, tocándole el brazo para que le mirase.

—Feliz cumpleaños, Raoul.

En ese momento Raoul sí que consiguió arrancarse una sonrisa, sabía que no estaba siendo justo con él, lo tenía clarísimo, estaba siendo un completo egoísta cobarde, así que como mínimo su amigo se merecía un agradecimiento, una sonrisa y un abrazo.

—Gracias, Agoney —contestó después de alejarse de aquel nudo de brazos que apena duró unos segundos—. ¿Quieres secarte el pelo o una toalla o ropa?

—Estoy bien, tranquilo —contestó, alternando la mirada entre su amigo y la mesa—. He traído dulces, podemos poner una vela encima de alguno.

—¿Por qué estás siendo tan bueno? —le interrumpió, desviando la mirada por la vergüenza que sentía— Tú mismo lo has dicho, llevo dos semanas ignorándote.

Agoney se mordió el labio inferior, esa misma pregunta se la había hecho él mismo mientras entraba a comprar, si Raoul pasaba de él a pesar de sus intentos por acercarse debería dejarlo estar, pero uno de los defectos de Agoney era ser insistente, porque le torturaba sentir que la había cagado con alguien a quien quería, y además siempre podía usar la excusa.

—Es tu cumpleaños.

—Venga ya, Ago —bufó Raoul, y era consciente de que parecía un desagradecido total cuando en su interior era todo lo contrario, pero aún podía intentar sujetar sus murallas un poco más—. ¿Por qué no pasas de mi tú también y ya?

—Sé que no somos los mejores amigos, bros y esas cosas, pero... pensaba que teníamos confianza, ¿sabes? Y si te he hecho algo...

Era una estupidez, se estaba haciendo más daño así mismo y si Agoney había ido hasta allí la única forma de que se fuera y seguir con su plan era ser más cruel de lo que jamás podría ser con el canario, así que esta vez probó suerte con la evasión.

—No. No, no me has hecho nada, soy yo que he estado pensando muchas cosas y no estaba para nadie, ya está. Perdón por pasar de ti y hacerte sentir mal.

Las Historias que merecen SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora