7. Entre tú y yo II

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Esta es sin dudas la que más me duele, porque prometí una segunda parte y nunca la terminé, me pone realmente muy triste, pero no me sale, y os merecéis saber cómo seguía, la primera escena iba a ser el final del OS inicial, por eso la voy a subir como continuación en el propio OS, pero también os dejo como iba a evolucionar, e incluso casi terminar, la 2da parte.

2 años después...

—Buenos días.

Agoney dejó su mochila en su asiento tras el saludo, echándole un vistazo rápido a los profesores que estaban la misma sala en la que él acababa de entrar casi corriendo.

—Hola, Ago.

—Buenos días.

—¿Hoy se te han pegado las sábanas?

Agoney giró con una ceja alzada, observando como Raoul entraba con un vaso de café en la mano, dándole vueltas con un palito de plástico.

—Podríamos decirlo así.

—¿Te fallan los horarios de sueño? No deberías acostumbrarte a llegar tarde.

—Ni tú a meterte en los asuntos de los demás.

—Por Dios, que es muy temprano —les interrumpió Ana tras dar un golpe en la mesa con un puñado de folios y levantarse de su asiento para ir a su clase.

—Sólo estoy preocupándome por los hábitos de salud de mi compañero.

—Eres como una madrastra.

—Eso sería turbio, para empezar por el hecho de que eres más viejito que yo.

—Pues a veces llevas unos jerseys que dicen lo contrario...

—Chicos, he visto divorciados menos cansinos que vosotros.

—Ricardo, llevamos tres años en paz, es que sólo os fijáis en las cosas malas.

—Pasar de boicotearos a lanzaros pullas continuas no es estar en paz —declaró antes de salir por la puerta.

—Sois unos inconformistas —declaró Agoney—. Uy, como Raoul.

—A lo mejor es que hay alguien demasiado conformista.

—¿Por no cambiar de colonia cada dos semanas?

—Al César lo que es del César —intervino Roi antes de salir por la puerta—, ahora es mucho más divertido que cuando llegué.

—Es verdad, las discusiones sobre todo en lo que difieren en su vida cotidiana son mucho más entretenidas que cuando no dejaban de ponerse la zancadilla en cada actividad que se les ponía por delante —murmuró lo suficientemente alto otra de sus compañeras—. A lo mejor puedo hasta escribir un libro de anécdotas o de chistes malos.

—Algún día sabré distinguir tus ironías simpáticas de las que no lo son, Amaia.

—Apuesto por ello.

—Poco se habla de que Miriam ya no tiene miedo de dejarnos solos.

—Bueno —murmuró la gallega con cierta sorna que pocos de los presentes consiguieron descifrar—, más o menos.

Tras poner los ojos en blanco, salió de la sala, dejando en ella a cuatro de sus compañeros.

—Y... ¿no tenéis que dar clase o algo?

—Luis, no es nuestra culpa que te haya tocado ir al viaje de fin de curso. No estés de malhumor con nosotros.

—¡Ja! Eso ya lo veremos, no está dicha la última palabra. Tengo un As bajo la manga que por fin puedo enseñar, pronto os enteraréis.

Las Historias que merecen SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora