Capítulo 3

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Con la poca luz de la mañana Kara pudo ver la entrada del colegio totalmente vacía, el enorme portón estaba abierto lo cual significaba que el conserje ya había llegado, así que no sería la única en el lugar.

Eran las 06:50 a.m. cuando llegó al pasillo donde estaba su sala de clases correspondiente, por lo tanto se aseguró de que la puerta aún estuviera cerrada y luego se sentó en el piso para encender la linterna de su celular e iniciar su búsqueda. De su mochila sacó aquel libro que su profesora le había regalado el día anterior, y con una sonrisa en el rostro lo abrió en la primera página. Allí, en la esquina superior derecha, estaba escrito el nombre completo de Lena con una caligrafía impecable.

Luego de observarlo por un par de segundos sintió algo raro en su estómago, una nueva sensación que logró asustarla más de lo normal, a tal punto de sentir su cuerpo reaccionando de manera extraña, así que cerró el libro de golpe y prácticamente lo lanzó esperando que cayera dentro de su mochila. Kara dejó salir un suspiro y cerró lo ojos antes de darse una cachetada en el rostro, necesitaba volver a la realidad.

—¿Qué mierda pasa conmigo?—Se preguntó a sí misma, acariciando la zona afectada y recordando a la pelinegra—El lunes me hizo quedar como una estúpida y ahora piensa que puede caerme bien solo por prestarme un puto libro.

Estaba enojada por sentir que ella misma acababa de derribar su muro por una completa desconocida y en menos de una semana. No iba a permitir que eso sucediera.

El sonido de unos tacones acercándose a paso firme la hicieron retomar su postura, y tratando de pasar desapercibida apagó la linterna de su celular y fingio ser una estatua de las que habían en el pasillo.  Se quedó sentada alli, esperando que aquella persona no la viera, sin embargo su plan no dio resultados, pues los tacones se detuvieron justo frente a ella.

—Así que era cierto lo que dijo, Kara—Habló la mujer—No pensé que fuera verdad lo de llegar tan temprano al colegio.

—Pues ya ve.

Las palabras de la rubia fueron secas y ni siquiera se dio el tiempo de levantar la mirada, y por supuesto que Lena lo notó, así que se acercó un poco más para ver si de esa manera la muchacha cambiaba su actitud. 

—¿Está bien?

—Sí—Contestó con la mirada clavada en el piso de aquel enorme pasillo.

—No lo sé, la noto rara, ayer parecía una persona completamente distinta.

—Dudo mucho de sus palabras, pero en todo caso esta soy yo, si no le gusta es su problema.

Lena rodó los ojos y cuando estaba a punto de hablar nuevamente pudo ver un libro tirado a unos centímetros, pero no era cualquier libro de la biblioteca del colegio, por supuesto que no, ese era SU libro, el mismo que la había acompañado durante tantos años y el que protegía como si fuera su hijo. Con una punzada en el pecho se arrodilló para poder recogerlo, y aunque hizo el intento de no parecer molesta y dolida, falló.

—Si ya no lo quería leer debió devolverlo, no tirarlo como si fuera cualquier cosa—Soltó retomando su postura inicial.

Kara no supo a qué se refería hasta que vio el libro en sus manos, aquel que había dejado supuestamente en su mochila. Se sintió culpable al notar el tono de voz de su profesora, pero no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer, mucho menos con ella.

—¡Míreme cuando le hablo, Danvers!

La joven se sobresaltó cuando Lena alzó la voz, nunca pensó que la mujer podría reaccionar de esa manera, mucho menos por un simple libro. Eso hasta que a su mente llegó la idea de que podía haber sido un regalo de su pareja o algo así. Para evitar problemas con Lena hizo caso, y cuando la miró pudo notar -con la poca luz que había en el lugar- que los ojos de su profesora estaban cristalizados.

Aprendiendo a leerte • AU SUPERCORPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora