Capítulo XVI

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Las visitas de Guillermo a Guadalajara eran frecuentes y prolongadas, pero cuando volvía a San Miguel se dedicaba con gran esmero a las actividades pendientes. Tenía demasiado trabajo entre Hacienda y Finca vinícola. El tiempo libre que le quedaba era muy escaso y aunque su espalda y piernas reprochaban el exceso de trabajo, siempre se daba tiempo para supervisar otra construcción, una que le llenaba de alegría, de ilusión, pero extrañamente también de deudas, dolores de cabeza y estrés.

Sonreía Alberto al ver los últimos arreglos en el hospital, ya faltaba muy poco para estar totalmente terminado. La construcción de los gruesos muros, los altos techos, los elegantes y sobrios acabados eran en su conjunto una preciosa obra arquitectónica. Podía estar varios minutos parado frente al proyecto, pensativo, serio, iba y venía conversando con los arquitectos, entre ellos siempre Tereso, con los diseñadores de interiores, pero sobre todo, con los proveedores de dispositivos y equipo médico. Y eso era en definitiva lo que más le estuvo preocupando al joven rubio. La inauguración del nosocomio se retrasó porque el capital para comprar todo lo necesario, no era suficiente y de a poco se iba adquiriendo. Guillermo nunca imaginó que equipar un hospital fuera tan excesivamente costoso. Eso sin pensar todavía en los insumos para laboratorios, máquinas de rayos X y tomógrafo, materiales de curación de todo tipo, un almacén abastecido, instrumental médico y quirúrgico, insumos para cocina. Ni pensar ya en los medicamentos para abastecer la farmacia. Fue hasta que sintió haber soñado con un elefante blanco que permitió recibir ayuda. Llegó a creer que había despegado los pies del suelo al iniciar una empresa de ese tipo el sólo y ahora esa empresa parecía devorarle con afilados dientes de estrés, nervios y miedo.

Y es que casi todas las ganancias de la hacienda y la finca vinícola se iban íntegras a pagar el costo del hospital y aún así no se daba abasto. Parecía ser un pozo sin fondo pues estaba lejos de ser inaugurado.

–Es necesario que me hagas caso y me escuches, no es posible que cargues con tanto tu sólo... –Jorge Villas fue quien convenció a Alberto de asociarse con otros empresarios para poder costear y terminar el hospital.

–Ya hemos dejado mucho en ese proyecto Jorge, me habría encantado poder terminarlo sin que nadie más meta su nariz en esto... –Respondió Alberto con voz cansada.

–Precisamente por eso te lo digo, porque ya has dejado mucho, a este paso no podremos pagar los insumos para el ganado, los fertilizantes y ni hablar de la finca.

–Eso está cubierto Jorge. –Respondió con fastidio Alberto.

–¿Qué me dices de los sueldos de todos los empleados en la hacienda y la finca? Sin contar el personal que estamos considerando en Recursos humanos para laborar en el hospital. Dime por favor que también está cubierto...

Alberto guardo silencio, no había respuesta para eso. No era ya miedo lo que lo asolaba, era más bien pavor de que todo fuera a resultar mal, de que hubiera mirado muy alto con el proyecto hospitalario, pues era evidente que sus recursos y todo su esmero para concretarlo no alcanzaban.

–Por favor haz caso muchacho, no tienes que llevar todo el peso sobre tu espalda. El asociarte con inversionistas no significa que será en partes iguales y lo sabes, tu serás el socio mayoritario de acuerdo al coste total del proyecto. Es tiempo que te dejes ayudar. –Jorge se impacientaba con Guillermo. Al principio no intervino más de lo necesario, pues éste siempre se lo impedía, pero últimamente lo veía tan preocupado y rebasado por el tema, que temía por la salud del joven hombre. Era tan parecido al fallecido patriarca Andrade; necio, aferrado a hacer las cosas a su manera aunque en ello se les fuera la misma vida.

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⏰ Última actualización: Feb 11, 2023 ⏰

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