Capitulo IV

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Guillermo salió de su habitación muy de madrugada, tan temprano que el corral de gallos de la hacienda reposaba en apacible calma. De vez en cuando un esporádico y breve cacaraqueo irrumpía el sonido del viento moviendo los árboles, pero era tan de madrugada, que el canto de las aves estaría reservado para un par de horas más tarde.

La tía Eloísa se abrazó a su chal cubriéndose del fresco de la mañana y santiguó a su muchacho. Dorita iba a guisar algo pero Guillermo se lo impidió y le dijo que con algunas de las deliciosas empanadas que había horneado el día anterior era más que suficiente. Entonces, la señora le entregó un termo con café de olla bien caliente, un "toper" con los solicitados postrecitos y otro con quesadillas, no fuera a ser que al chamaco le diera hambre a medio camino y con lo peligroso que es manejar solo y tan lejos…

-Pos mejor te aprevenimos. Pa' que no vayas a andar comiendo en esas fondas peligrosas de traileros.

-Gracias Dorita, gracias tía, no debieron levantarse. Ahora será mejor que regresen a sus camas calientitas, que si no duermen bien, en la tarde van a andar colgando el pico.

El joven dio unas palmaditas cariñosas en el hombro de la cansada Dorita y un abrazo tierno y suave a su tía Eloísa. Subió a su camioneta y Kena lo acompañó hasta buen tramo después de haber salido de la hacienda, muy a pesar de los intentos de Tomás por detenerla. En ocasiones había coyotes merodeando por la zona y era probable que la mascota se encontrara con ellos. Aún así, cuando se trataba de seguir a Guillermo, no existía poder humano que detuviera al fiel animal.

El trayecto sería muy largo, pero una de las cosas que más disfrutaba el joven Andrade, era conducir y recorrer caminos. Conocía prácticamente todo el territorio mexicano. Desde La Península de Baja California hasta la del sur, en Yucatán.

Viajar entonces desde Los Andrade en San Miguel de Allende Guanajuato, hasta Val'Quirico en Tlaxcala, era para él, como pan comido.

Empezó su camino pensando en ella, en Candy. Su cabeza era un nido de ideas, planeaba cómo acercarse, cómo hablarle. Cómo inventar una excusa para ir a buscarla, invitarla, enamorarla. A estas alturas ya estaba seguro que Antonio haría lo mismo y eso le dolía. Le dolía porque a pesar que el muchacho se mantenía a la defensiva y siempre le llevaba la contraria por mero deporte, Guillermo lo quería. Su deber como tío habría sido respetar su gusto por Candy, hacerse a un lado.

Pero Guillermo no era como esas almas caritativas de cuento, que están acostumbradas a quitarse del camino con tal de hacer felices a los demás. No, la realidad era muy distinta a las historias que Paula le contó de niño. Había aprendido desde muy joven a ser egoísta y ponerse siempre como prioridad. Tal vez como mecanismo de defensa al haberse quedado sin papás en su tierna infancia, al perder a su mejor amiga y hermana años más tarde. Según su terapeuta, eso también era bueno, porque anteponer las prioridades de otros a las propias, no está nada bien.

El dilema radicaba en que en esta ocasión, a Memo Andrade le estaba costando mucho trabajo ser egoísta y pensar solo en él.

-Si tan sólo me importara un poco menos lo que sintiera Toño, lo que fuera a pensar mi tía; si pudiera ser un poquito más cínico… -Habló en voz alta para sí mismo. Recordó con una sonrisa al descarado vaquetón al que iba a encontrar en unas horas. Su amigo Tereso Campo Grande, al que incluso, no le importaba si le llamaba por su "peculiar" nombre de pila. Pues bien, Guillermo deseaba con todo su corazón pasar un tiempo con él, su mejor amigo desde la secundaria y dueño de una finca productora de vino. Tenía ya bastante tiempo de no verlo y dado que ambos disfrutaban horas de manejo en carretera, optó por viajar de ese modo.

Necesitaba platicar en confianza con él, sabía que su mejor amigo podía debatir con él sobre cualquier tema. Sobre todo deseaba contarle esas cosas que no podía soltar por medio de una simple llamada. A Guillermo le resultaba necesario, urgente, tener un aliado. Alguien a quien platicarle de ella, de lo que había despertado en él. De lo mal que se sentía por haber decidido competir con su propio sobrino, por ella.

PIENSA EN MÍ Where stories live. Discover now