Capítulo 8: Amor chiquito

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Para nadie de la familia Ochoa era extraño ver al Guillermo en las nubes, siendo torpe y algo distraído, pero esa mañana parecía más desenfocado que de costumbre.

— Memo... — Don Francisco llamo a su hijo, pero no tuvo respuesta — Memo — de nuevo sin respuesta — ¡Guillermo! — el llamado hizo que todas las personas que estaban en el establecimiento (empleados y clientas) prestaran atención al jovencito, quien, al escuchar su nombre por tercera vez y con ese tono de voz, dio un pequeño salto y en seguida se giro para ver a su padre.

— Mande — el corazón casi se le escapa por la garganta al notar el ceño fruncido con el que lo miraba su papá.

— Todo el día en las nubes hijo, ¿pues en que tanto piensas? — la cálida voz de su madre lo cuestiono en un tono de burla y tratando de que su hijo no se sintiera regañado — seguramente debe de haber por ahí una chiquilla que ya te tiene todo menso y distraído.

"Una chiquilla" Memo elevo sus cejas y sonrió, casi de manera sarcástica.

— Pues ve dejando de pensar pendejadas y aterriza ya — su padre tan comprensible y tierno como siempre. — ¿Por qué todavia no ha llegado Chicha?.

— No se, yo creo que se quedó dormido — la verdad es que desde el sábado no sabía nada de Chicha, de Andrés o de  Lionel... y ya era lunes.

— Pues ve a buscarlo, seguro que esta en casa de Carlos — ordenó su padre — y no te tardes.

Y como si a Guillermo le hubieran dicho que había sido el ganador de la lotería, su rostro se iluminó apenas su padre le dijo aquello. Si iba a casa de Carlos y Patricia, significaba que quizá, podría encontrarse con el muchacho argentino.
Salió del recinto casi saltando y monto la vieja bicicleta emocionado como nunca antes.

Su corazón estaba brincando como loco y una gran sonrisa adornaba su rostro. La combinación de sustancias químicas le recorría el cuerpo por completo.
De pronto la vida parecía ser muy bonita, y quiso comunicarle su felicidad a todo el mundo, por lo cual, saludo a casi cualquier individuo que se cruzara por su camino.

El aire pegaba en sus mejillas y desbordaba, su ya de por sí, alborotado cabello.
Lo sucedido la madrugada del sábado era lo único que habitaba su cabeza desde entonces. Recordaba cada detalle, desde el más mínimo, hasta el más significante. Cómo la textura de los labios de Lionel. La manera en la que lo tomo de la cintura y como a pesar de su notoria diferencia de estatura, el chico argentino llevó el control de su desordenado beso.

Se imagino a sí mismo y al otro chico como una de esas películas románticas y empalagosa que pasaba  todos los sábados por la tarde en el canal 7, besándose mientras una canción linda de Joan sebastian sonaba de fondo.

Se burlo de sus propios pensamientos, sonaba un poquito patético y cursi. Pero, ¿quien no daba pena su estado más primitivo y enamoradizo?

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Lo que otras personas pensaran sobre él o su manera de actuar, siempre le habían chupado un huevo, simplemente no le importaba. Pero desde que se había besado con Guillermo todo aquello que antes no podía importarle menos, se estaba acumulando en su cabeza, como una manera cruel de tortura autoinfligida por su mente y corazón.
No sabía nada del chico desde el beso, y aunque solo había pasado un día, Lionel lo sintió como una eternidad, y su conciencia no se lo tomó de la mejor manera.

¿ Acaso lo estaba evitando? ¿No quería verlo? ¿Se había aburrido de él? ¿Sentía asco por lo ocurrido?

¿Cuando lo vería de nuevo?...

Tampoco ayudó en nada no encontrarse tampoco con Javier, quien, tal vez podría decirle algo sobre Guillermo.

— Oye chaparro, te noto muy pensativo — después de esperar por su presencia, la voz del adolescente inquieto le devolvió un poco de color a su pálido rostro – ¿Te sientes mal?, si quieres, puedo decirle a la tía Pati que te de una pasti...

APATHETIC (Messi x Ochoa) Where stories live. Discover now