36.- La cena.

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Llegamos a casa de Irene, Irene estaba espectacular... Llevaba un vestido rojo ajustado que resaltaba toda su figura, unos taconazos negros y una chupa de cuero negra. Estaba realmente exuberante. Me quedé mirándola mientras se acercaba a mi coche.

—Te vas a quedar ciega de tanto mirar... —me dijo Sofía y no pude evitar reírme.

Nos reunimos con los demás y pusimos rumbo a la capital. Una vez llegamos, aparcamos los coches. Cuando los chicos de nuestro grupo vieron salir de mi coche a Sofía y a Irene se les salieron los ojos de las órbitas, no era para menos. Fuimos a cenar a un bar y Sofía se sentó a mi lado. Pedimos de beber y de cenar, nos trajeron la bebida y nos dijeron que la cena tardaría un poquito.

Mientras esperábamos, bebíamos nuestras cervezas y charlábamos. Sofía buscaba cualquier excusa para acercarse a mí, para rozar su pierna con la mía, su mano con la mía... Cada vez me ponía más nerviosa esa situación. Me empezaron a temblar las piernas y tuve que hacer presión con mis manos en ellas para intentar parar los temblores. Sofía se dio cuenta y bajó una de sus manos por debajo de la mesa para ponerla sobre mi pierna aún más temblorosa al sentir su contacto. Al sentir su mano sobre mi pierna los temblores aumentaron, ya no funcionaba la presión que ejercía con mis propias manos. Sofía y yo nos miramos y me lanzó una sonrisa juguetona, sabía que me estaba poniendo nerviosa. La temía...

Con mi mano que estaba en la pierna más alejada de ella, cogí la cerveza y empecé a beber, se me estaba secando la boca. Sofía me cogió la mano que me quedaba en la pierna que estaba junto a la suya y la llevó hasta su pierna, colocando mi mano muy cerca de su ingle. Se me abrieron los ojos como platos y me atraganté con la cerveza, empezando a toser.

—¿Estás bien? —me preguntó Irene mientras me daba unos golpecitos en la espalda.

—Eee... sí... sí... Se me fue por otro lado —acerté a contestar.

—¿Seguro que estás bien? — me preguntó Sofía, la miré y pude ver que estaba disfrutando de provocarme como lo estaba haciendo.

—Esto... sí... no ha sido nada... —respondí nerviosa.

Con mi mano colocada tan cerca de su ingle, Sofía empezó a acariciar mi mano de arriba a abajo. No pude evitarlo y apreté mi mano cogiéndola por el interior de su muslo con deseo. Sofía soltó un suspiro, pero nadie se percató, ni de sus suspiro ni de lo que pasaba debajo de la mesa. Sofía acercó mi mano aún más a su entrepierna.

—¡Madre mía! —exclamé cuando Sofía colocó mi ano más cerca de su entrepierna.

—¿Perdón? —preguntó Iván extrañado.

—¿Qué dices? —se dirigió Irene hacia a mí confundida.

Sofía estaba disfrutando... me miró para ver como salía de esta.

—Nada... nada... Que me parece muy fuerte lo que has dicho... —dije sin tener la menor idea de lo que estaban hablando.

—Bella ¿Estás bien? —me preguntó Irene.

—Sí, sí. Sólo la boca seca... —respondí nerviosa.

Puse la mano que tenía libre sobre mi frente apoyándome en la mesa. Sofía me estaba poniendo a mil. Llegó el camarero con la cena y conseguí liberarme de Sofía. Retiré mi mano del interior de sus muslo. No podía ni comer, tan sólo tenía hambre de Sofía, tan sólo existía dentro de mí deseo por ella.

—¿No cenas, Bella? —me preguntó Carlos.

—No tengo hambre, la verdad.

—Nena, tienes que cenar algo... si no las copas te sentarán mal... —me dijo Irene entre risas.

Mi destino.Where stories live. Discover now