1. Apellidos

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—El lunes deberán estar a primera hora, formales y listos para la presentación —especificó la señora McCall

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—El lunes deberán estar a primera hora, formales y listos para la presentación —especificó la señora McCall.

Todos comenzaron a guardar sus cosas en las mochilas al mismo tiempo que la profesora volvía a su escritorio. Era una anciana que apenas podía con su vida pero que seguía fastidiando la de los demás.

Guardé mi computador en la mochila y salí del aula antes de cometer algún delito contra aquella maestra. Tenía cien tareas encima y noventa eran de ella.

Ansiaba suspender la materia, pero eso solo significaría que no pude con la carga, y vamos, Camille Miller puede con todo.

Mi cerebro trabajando como loco, ideando horarios para hacer todos mis pendientes sin morir en el intento. Los pasillos de la universidad no estaban tan aglomerados como de costumbre, la mayoría se encontraba en clases a esta hora.

Me dirigía a la biblioteca cuando me topé con el imbécil más grande que ha pisado esta tierra y también mi mejor amigo.

Cameron.

—Hey —saludó, colocándome un brazo alrededor de los hombros al mismo tiempo que me seguía el paso—. Te estuve buscando por toda la escuela.

—No es cierto —aseguré.

—Pero prometo que lo intenté —soltó con tono divertido.

Rodé los ojos. Mi buen humor estaba de vacaciones casi siempre, pero el todo el tiempo lograba sacarme una sonrisa.

—¿Que harás esta noche, pequeña? —inquirió.

—Tareas, estudiar y beber mínimo un par de litros de café —respondí.

—Vamos, es viernes, tu tarea puede esperar. Te harás vieja pronto si sigues así.

—Gracias, es mi sueño —ironicé.

—Vamos, chica, no sonrías tanto, te saldrán arrugas —comentó satírico.

—Ve a fastidiarle la vida a alguien más, Cameron —le di un codazo amistoso en la costilla.

—Disfruto mucho fastidiándosela a mi mejor amiga —se adelantó interponiéndose en mi camino.

Sus largas pestañas resaltaban a pesar de ser un tono claro al igual que su cabello dorado, sus ojos tenían una mirada atigrada y eran de un bello azul muy profundo.

No dejé de caminar, lo que lo hizo que empezara a caminar hacia atrás sin perder su diversión.

—Es en serio, Cami —me tomó de los hombros y me detuve—. Salgamos.

—Lo pensaré —suspiré.

—Paso por ti a las nueve esta noche —sonrió arrogantemente y después chasqueó su lengua antes de marcharse.

Rodé los ojos con cansancio. ¿Acaso nunca se le acababa la energía? Que estrés.

Seguí mi camino mientras que el sonido del tacón de mi bota me perturbaba el oído, no era muy fan de los sonidos constantes. Me pasé la mano por el cabello y entré al baño antes de seguir hasta la biblioteca.

Verdad (trilogía CM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora