8. Que empiecen los juegos

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Me encantaba meterme en líos, pero de verdad que Kaleb era uno de terrenos peligrosos y más por ser casi mi familia

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Me encantaba meterme en líos, pero de verdad que Kaleb era uno de terrenos peligrosos y más por ser casi mi familia.

Pero aquí estaba. En su auto. En camino a un sitio desconocido para mí. Nosotros solos y con una puta tensión escandalosa en el aire.

Coloqué la mano en la pantalla táctil del Bugatti con la intención de cambiar la canción que sonaba. Estaba todo en completa oscuridad, solo con las luces de la ciudad iluminando y con el viento frío colándose por la ventana mientras volaba mi cabello y un poco el de Kaleb.

Estábamos sumergidos en un silencio profundo, pero no era incómodo, tal vez solo estábamos procesando lo que estaba ocurriendo a nuestro modo.

Champagne & Sunshine sonaba de fondo, me recargué en el asiento y disfruté del aire y el momento.

—¿A dónde vamos?

—Si te lo digo querrás bajarte del auto ahora.

Abrí los ojos para apreciar al hombre a mi lado. Kaleb siempre fue atractivo, pero su versión de veinticuatro años superaba todo. Mandíbula marcada, cuerpo atlético, nariz perfilada y pómulos hundidos con el labio inferior grueso y el otro delgado, mirada penetrante y ojos atigrados. La manzana de Adán se marcaba jodidamente bien en su cuello.

—Vamos, no puede ser tan malo —dije.

Él me dedicó una mirada rápida y significativa antes de volver a la carretera. El auto de Chris iba adelante junto al de Natalie quien llevaba a Giovanni consigo.

—Lo verás cuando lleguemos.

Suspiré muy sonoramente para sonar dramática.

—Me comienzo a sentir secuestrada —canturreé y me giré a él, expectante.

—No te diré nada, Camille.

Rendida me dediqué a mirar por la ventana, la oscuridad me traía paz y la noche era perfecta a mi parecer. Minutos después comenzamos a acercarnos a una zona que toda la ciudad consideraba restringida. No porque estuviese prohibido el paso, sino que si entrabas probablemente no saldrías ileso. Claro, si es que lograbas salir.

Es de esos sitios en los que la maldad y el desorden abundan sin llegar a ser deplorables.

—No creo que sea una buena idea...

—¿Alguna vez has venido? —me interrumpió Kaleb con tono tranquilo.

—No hace falta, créeme que los rumores de este lugar le quitan las ganas de venir a cualquiera.

—Si no conoces el sitio no tienes permitido hablar de él —decretó—. Y eso aplica para todo.

Rodé los ojos y apreté los labios con disgusto, no me gustaba cuando los demás tenían la razón.

—Hemos llegado —informó minutos después.

Me permití apreciar cada detalle del lugar. Era una carretera que estaba cerrada por las decenas de autos que la rodeaban con música saliendo de cada uno de ellos, las personas conversaban animadamente y la mayoría tenía vasos de colores en sus manos bebiendo.

Verdad (trilogía CM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora