10. Muertos

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Todos en el lugar tenían la cara cubierta por antifaces a excepción del personal que administraba las bebidas

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Todos en el lugar tenían la cara cubierta por antifaces a excepción del personal que administraba las bebidas. La mano de Walker rodeó mi cintura cuando un tipo muy elegante se nos acercó. Me abstuve de doblarle la nariz a Chris porque era necesario.

—Ustedes deben ser los Lombardo —se acercó el tipo con una espléndida sonrisa y nos entregó unas tarjetas del club.

Natalie se encargó de hacer reservaciones y de manipular todo el papeleo para que nos aceptaran en el club.

—Es bueno tener caras nuevas por aquí —El hombre se hizo a un lado y señaló majestuosamente con su mano para que siguiéramos—. Pero pasen, adelante, siéntanse como en casa.

Nos situó en un lujoso sofá de cuero alrededor de una tarima donde mujeres bailaban en lencería minúscula y otras desnudas.

—¿Quieren algo de tomar?

—Champán —pidió Chris tomándose muy en serio lo de sentirnos como en casa.

—¿Y usted, señora lombardo? —me miró inquisitivo.

—Ella no quiere nada —respondió Chris por mí.

Estuve a punto de renegar de nuevo. El camarero se retiró sin quitar la sonrisa.

—Recuerda el maldito papel, Camille, deja de lado tus ideales y tira tu moral a la basura porque no nos va a servir de nada esta noche.

Maldije una y mil veces por haber aceptado este teatro. No se me daba bajar la cabeza y acatar órdenes y menos de Chris.

Me metí en mi papel de una esposa encantadora que complacía a su esposo en todo, sumisa desde luego y sin opinión propia como la mayoría de las que estaban aquí. A excepción de que ellas no tenían otra opción.

Había varias mujeres bien vestidas que acompañan a sus parejas, yo no era la única pero vaya que eran escasas. Los hombres se daban un gran festín mirando a las mujeres que bailaban en la tarima o las que paseaban con collares como si fuese animales, las que estaban en jaulas bailando... Joder. No podría soportar mucho tiempo esto.

—Deberíamos pedir un baile privado con alguna para hacerlo más real —comentó Chris sin quitarle los ojos de encima a una pelirroja que se movía sensualmente en el tubo de pole dance.

—Es buena idea. Pediremos el baile, le pagarás a la chica una cantidad generosa y la dejarás que tenga de descanso lo que dure el baile que no nos va a dar —comenté.

El me miró como si estuviera viese loca.

Un hombre se acercó con su mujer, una que no pasaba de treinta mientras que el hombre tenía un pie en la tumba.

—Hola, mucho gusto. Me presento, soy el señor Rickman y ella es mi esposa —sin siquiera preguntarlo tomó asiento y obligó a la mujer a sentarse en su regazo habiendo mucho espacio en el sofá.

Verdad (trilogía CM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora