Día 1

621 54 17
                                    

Suspiré hondo antes de comenzar a bajar las escaleras, sabía que al llegar al último escalón, los empleados me estarían esperando para saber cual seria la manera en que trabajarían de ahora en adelante y aun no me sentía preparada para eso.

La mayor parte de mi vida la había pasado sola, sin tener que recibir órdenes o darlas y era un lujo que me encantaba tener, pero ahora de la noche a la mañana me había convertido en "la señora de la casa", cosa que no hubiera pasado si los padres de Leo confiaran en nuestro matrimonio.

Pero debido a sus antecedentes ellos querían estar cien por ciento seguros de que no era falso. Y no porque Leo fuera una mala persona, al contrario era muy caballeroso, educado y considerado, pero las relaciones estables no eran su fuerte y lo entendía perfectamente ya que después de una mala experiencia las personas cambian. 

Es por eso que había aceptado ayudarlo, porque en cierta forma me veía reflejada en él, además cuando llegó a buscarme se veía bastante desesperado. 

Al llegar al último escalón los empleados se encontraban frente a las escaleras, tal como lo había imaginado.

Intente mantener la calma para que no notaran lo asustada que estaba.

—Señora Coleman. —dijo el ama de llaves a lo cuál sonreí. No recordaba sus nombres ya que era malísima para todo eso. 

—Buenos días a todos y disculpen la demora, no se si mi marido les informo que serán pocas las veces que desayunos juntos debido a lo diferente que son nuestros horarios. 

Él entra a trabajar muy temprano y yo entro mucho más tarde, además Leo llega mucho antes que yo, así que serán muy pocas las veces que estemos juntos en casa. —al decir aquello todos asintieron. Él chef levantó la mano así que le cedí la palabra.

—¿Hay algo a lo que le tenga alegría?— al escucharlo sonreí ante su preocupación, Leo ya me había informado que el chef se tomaba muy enserio su trabajo, asi que negué con la cabeza.

—Ninguna, para mi buena suerte no tengo alergia a nada. Aunque prefiero evitar el olor a lavanda, me da dolores de cabeza. —las encargadas de limpieza asintieron con la cabeza. 

—¿Algo más que guste añadir señora?— preguntó el ama de llaves y negué, más tarde tendría que decirle a Leo que me pasara una lista de los nombres con fotografía, así no me sentiría tan estúpida. 

Una vez que estuvieron satisfechos con mi respuesta todos se retiraron a sus respectivos trabajos y yo caminé a la puerta, antes de llegar a esta, se abrió de repente y entró una chica rubia de cabello largo y minifalda, que me empujo para dar paso. 

—¡LEO! —comenzó a gritar en la entrada. Se veía muy mal, los ojos los tenia rojos e hinchados, su maquillaje se había corrido, asi que me acerqué a ella.

—Mi esposo no está en casa. —al decir ello su mano chocó con mi mejilla.

—Así que tu eres la estupida que cree que me va a quitar a Leo. —lleve mi mano a la mejilla y me sobe, jamás se había atrevido a ponerme una mano encima, porque sabían que tenía un carácter de mierda y aquella rubia lo iba a descubrir, así que cuando intento darme otra bofetada la tome del brazo.  

—Mira cariño en primer lugar Leo ya es mio, firmamos un papel en donde dice que soy su esposa, en segundo lugar si vuelves a tocarme juro que te vas arrepentir por el resto de tu vida.— la rubia comenzó a jalarse y a gritar obscenidades, pero yo me mantuve serena sin soltar el agarre.

—Pero ¡que mierda haces aquí!— al escuchar a Leo solté a la rubia y como estaba forcejeando conmigo cayó al suelo.

Entonces levanté la vista y las mucamas estaban viendo el espectáculo. Leo se acercó a mí y me tomó de la cara.

—¿Estás bien cariño? —al escucharlo hablarme de esa manera, sentí una pequeña descarga por todo mi cuerpo, pero intente alejar tan sensacion y asentí. Me dedico una sonrisa y me dio un beso en la mejilla causando que mis pies tambalean un poco. 

Después, se acercó a la rubia y la tomó del brazo. —Te dije que no quería volver a verte. —la rubia se levantó del suelo y aun seguía llorando.

—¿No le dirás nada a ella? —sorbió su nariz y limpió las lágrimas con su mano. —Me hizo daño Leo. —no la dejo terminar ya que se acercó a ella y la tomó del brazo.

—¡Vete! y no vuelvas, si te llegas a presentar nuevamente en mi casa a lastimar o a insultar a mi mujer, juro que te demandaré. —la rubia no dijo nada, solamente se quedo viéndolo.

—¿Acaso estás sorda? ¿O será que el tinte daño tus neuronas? —al ver que la chica no se movía la jalo del brazo y la empujó a la salida. —Una vez que llegó a la salida, la rubia finalmente habló.

—Yo sé que aún me amas, que no me has podido olvidar y que tu matrimonio es una farsa, se lo demostraré a todos y nuevamente serás mío. —Leo sonrió de manera sarcástica y negó con la cabeza. 

—No puedes recuperar algo que nunca ha sido tuyo, ahora si me permites quiero follar a gusto con mi esposa. —dicho eso me tomó de la mano y una vez que llegamos a las escalera me tomó de la cintura a mismo tiempo que cerraba el poco espacio que había entre nosotros. 

—Lo siento.— susurro antes de unir nuestros labios en un beso, al principio el beso fue delicado, pero después, pegó nuestros cuerpos aún más causando que una pequeña descarga eléctrica recorriera desde mis muslos hasta la parte más íntima de mi cuerpo, sus dedos comenzaron a subir y bajar desde mis caderas hasta mis gluteos y cuando los aprieto solté un leve gemido.  Justo cuando creí que íbamos a romper la regla más sagrada del contrato se separo de mi. 

—No volverá a pasar. —dijo al  separarse, dejándome aturdida con miles de sensaciones y cosas que quería hacerle en ese momento, pero al ver el cambio tan repentino sonreí, no hay problema. —al decir aquello dio media vuelta y subió las escaleras. 

Quería seguirlo, decirle que no se disculpara, que podíamos continuar, sin embargo sabía que sería algo muy estupido de mi parte así que una vez más tranquila di la vuelta y salí de la casa. 

Una esposa para Leo Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora