Elistan se acercó a Dasever, quien miraba fijamente la tumba de Nasli llevando flores en sus manos. Aquello le pareció curioso, por lo que dio un paso a un lado y lo dejó seguir su camino. Dasever continuó caminando, se arrodilló ante la lápida y acomodó las flores notando que Elistan también había hecho lo mismo. Sentía tanta rabia hacia él que, después de terminar, se puso de pie y lo miró de reojo, diciéndole:
— Aquí yace mi motivación: la guerrera que me inspiró a no permanecer de brazos cruzados. La que, con solo sus palabras y mirada tenaz, me impulsó a volverme un guerrero —expresó, ahora mirándolo de frente—. Y aquí ante mí está el despreciable idiota que, por su mala decisión, arrebató la vida de muchos, incluida la de ella. ¿Y todavía te atreves a venir y llorar? ¿Te atreves a dejar flores cuando tú derramaste su sangre?
— Todos me han echado en cara que ha sido mi culpa, aunque no fui yo quien atravesó su cuerpo. Retrocedería el tiempo de ser posible para evitar eso.
— Sin dudas el tiempo no cura la idiotez. Eres más orgulloso de lo que recordaba. ¿No entiendes que las decisiones o acciones te vuelven tan responsable como quien le arrebató la vida? Si no hubieras dado esa orden de ir, ella seguiría viva e incluso yo no tendría esta cicatriz en mi frente. Eres un...
— Ah, ya veo que eso es lo que te duele, que esa cicatriz te recuerda lo débil que eras en ese tiempo. De haber sido fuerte, eso no te habría pasado.
— ¡Cállate, miserable! —gritó, tomándolo por el cuello de su camisa—. No te atrevas a decir eso solo para provocarme. No estás entendiendo el punto.
— El punto es que eras débil —recalcó Elistan, también tomándolo por el cuello y alzando su puño—. Eras un cobarde y por eso...
— ¡¡Basta ya!!
Ambos voltearon al escuchar una voz femenina, una joven de piel clara y cabello castaño se acercó a ellos con paso fuerte y codos doblados. Traía una expresión que a vista de cualquiera podía ser graciosa, pues, aunque se veía molesta lucía tierna, sin embargo, para ellos dos a quienes su furia iba dirigida no era nada delicada; menos lo fue cuando los haló por las orejas a ambos haciéndolos gritar y los separó, recriminándoles:
— ¡¿Es así como se deben comportar los caballeros?! No sean idiotas los dos y estrechen sus manos en paz.
— No pienso estrechar la mano de este imbécil, Celina —refunfuñó Dasever, quejándose del dolor.
— ¡Pues lo harás! —exclamó ella, mirándolo de manera mortífera, a lo que él bajó la mirada y cruzó sus brazos. Celina blanqueó los ojos y negó, pero le sonrió a Elistan y excusó:
— Lo siento, él no suele llevarse bien con nadie. ¿Cómo te llamas?
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Las Crónicas de Albarna
AdventureUna historia ambientada en la fantasía medieval donde los niños se forman desde temprana edad para poder convertirse en caballeros, pero solo uno de ellos podrá portar la poderosa Armadura de Albarna. ¿Quién será el elegido? ¿Habrá algún misterio tr...