My Mother Told Me

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No recordaba cuándo fue la primera vez que se sumergió en el mar, cuándo aprendió a bucear hasta las profundidades para conseguir ostras. Pero sí recordaba la primera vez que encontró una perla.
Tenía ocho años y se había escapado antes del alba en dirección a la playa. Era difícil mantenerla dentro de su dormitorio a esas horas de la madrugada y nunca perdía la oportunidad para salir cuando el resto seguía durmiendo. Tras ella, un cachorro de labrador marrón intentaba seguirle el paso torpemente.

- Shh... Fauces, nos van a descubrir- corrió de vuelta hacía el can y lo tomó en brazos, siguiendo así su camino- Ya estás pensado para esto.

Fauces era su compañero de aventuras, lo rescató hacía cuatro meses. Se había escapado para ver el amanecer en la playa, le gustaba contemplar como el sol calentaba el agua mientras se mojaba los pies en la orilla. Esa madrugada, un hombre encapuchado lanzó al mar un saco que hacía ruidos raros, no dudo en correr hacia el lugar y zambullirse en las olas. Cuando consiguió llevar el bulto a la orilla, ya era demasiado tarde.
Dentro de la tela había una camada de cachorros, todos ellos habían muerto ahogados, o eso creía. De la bolsa se escucharon pequeños  gemidos y, entre los cuerpos de sus hermanos, Alyssa encontró al pequeño Fauces con vida.
Su madre puso el grito en el cielo cuando la vio llegar al palacio empapada de los pies a la cabeza y con el pequeño cachorro abrazado a su pecho.

- ¿Qué querías que hiciera, dejarlo morir con sus hermanos?- Dijo la pequeña indignada

- Ese perro se hará enorme y apestará toda la casa.- le contestó su madre.

- ¡Enorme se hace un dragón y ellos huelen mil veces peor!

Corlys no pudo evitar reírse ante la situación, su hija tenía razón. Qué tamaño podría alcanzar ese perro comparado con la dragona de su madre, y ni qué decir del de su hermana. Alyssa sonrió a su padre pues sabía que ante aquella carcajada había ganado la discusión. Escuchó obediente el sermón de su madre sobre la responsabilidad: "Ningún sirviente te ayudará a cuidarlo y que los siete te protejan si el perro no está adiestrado como es debido."
Tuvo que alimentar al cachorro con leche cada tres horas hasta que creció lo suficiente como para comer sólidos. Desde que lo rescató Alyssa y Fauces se volvieron inseparables. Resultó ser un perro inteligente aunque un poco patoso debido a su edad. No hacía falta llevarlo atado, ya que seguía a su dueña allá donde fuera y contestaba raudo a su llamado.
Una vez fuera del palacio ambos corrieron por el prado dirigiéndose a la playa. El perro movía la cola contento, jugando a alcanzar a su dueña, lo que hacía reír a ésta. Pudo ver a Meleys dormida cerca de allí, por lo que bajó la voz. Era mejor no despertarla, no quería alertar a nadie.
Ya en la playa, se acercó a una zona de rocas, donde redes y cabos viejos escondían un pequeño bote. Metiendo al perro dentro de la embarcación comenzó a empujarla hacia el agua, derramando gotas del sudor por el esfuerzo. Mientras remaba comenzó a tararear la canción que usaban los marineros de su padre para arriar el ancla. La había escuchado tantas veces que se la sabía de memoria. Consiguió llegar al arrecife que protege la isla, cuando el sol comenzaba a asomar en el horizonte. Sonriendo se quitó los zapatos, se remangó unos pantalones viejos que en su día pertenecieron a su hermano y se aflojo la camisa que llevaba.


- " No te muevas de aquí"- le dijo a Fauces en Alto Valyrio, a lo que el perro solo giro la cabeza.

Saltó de cabeza al agua con una bolsa de red atada a la cintura y se hundió hasta el fondo. Su pelo largo y argénteo flotaba grácilmente, mientras sus manos oscuras buscaban con avidez ostras y otros moluscos. Con varias en cada mano se impulsó hacia la superficie, mientras guardaba su tesoro en la bolsa y como si de una serpiente marina se tratara salió a la superficie. Donde la luz del sol le dio la bienvenida haciendo brillar sus ojos lilas. Escuchó un chapoteo la siguiente vez que se zambulló y pudo ver la figura de Fauces nadando a su alrededor, sumergiéndose en las profundidades con ella. El perro subía a la superficie cualquier cosa que cogía del fondo, contento por ayudar a su dueña. Al labrador le encantaba el agua, parecía un mal chiste teniendo en cuenta como fue rescatado.
El sol se separó del mar cuando la bolsa que colgaba en la cintura de la joven, comenzó a pesar considerablemente. Cuando se impulsó para salir del agua, tras su última zambullida, pudo ver como el casco de un barco mercante oscurecía el sol. Reconocería esas tablas en cualquier lugar, sonriendo sacó la cabeza del agua y con fuerza grito.

HATE ME (Aemond Targaryen)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt