Lament

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Advertencia, este capítulo contiene violencia sexual que puede incomodar a algunos lectores.

***

El pasillo apenas estaba iluminado cuando se adentro en él, el vestido húmedo le  pesaba, y el tul hacía que le picara la piel. Todo estaba en silencio, ya no escuchaba los pasos del príncipe y a sus oídos solo llegaba el sonido de las uñas de Fauces al chocar contra el suelo. Había anochecido hacía un rato, lo único que quería hacer era quitarse esa ropa mojada e irse a dormir. Suspiró pensando en el día tan largo que había tenido, recordó las miradas que esos estirados le habían dedicado. Odiaba ese sitio. Aborrecía esa jaula de oro con la que todas se habían conformado, solo quería romper el cerrojo y huir de allí.

Un golpe fuerte en la espada la dejo sin respiracion, no sabia cómo habia acabado contra la pared, entre jadeos solo podía ver puntitos negros. Escuchó como Fauces, que en un principio gruñía al agresor, comenzó a gimotear, parecía que había sido lanzado lejos. Noto unas manos frías en su cuerpo, las cuales intentaron subirle la falda mojada. Aun aturdida comenzó a forcejear con su agresor. Con un cabezado golpeó la nariz del hombre, pero eso no aflojó su agarre, al contrario, se apretó más fuerte sobre su cintura. Percibió un sabor metálico cuando le cruzó la cara con la mano, dejándola atontada. Ese iba a ser su destino, ser violada por un desconocido en un sucio pasillo. Las caricias de su agresor comenzaron a ser más agresivas hasta el punto que consiguió rasgar el tul de su vestido, dejando expuesto uno de sus pechos oscuros. En trance comenzó a distinguir la figura borrosa de ese ser despreciable, era más alto que ella, vestía de verde , y el pelo platinado decoraba su cabeza. La ira burbujeó en su sangre, convirtiéndola en un volcán en erupción, de aquellos que destruyen todo a su paso aniquilando civilizaciones. Estalló cuando su mano agarró su seno y pegó los labios en su hombro derecho, apestaba a alcohol y con voz ronca y gangosa habló.

- Disfruta, querida prima, te estoy haciendo un favor, nadie más querrá tocarte con esas horrendas cicatrices.


Y tras eso todo se volvió rojo, no escucho a Fauces ladrar, ni al príncipe Aemond gritar llamando a los guardias. Por instinto su rodilla acabó golpeando las partes nobles de su agresor, y apenas le dio tiempo a que se separara un par de pasos de ella cuando lo placó.  Se lanzó contra él, con tanta fuerza, que cuando cayó al suelo, su cabeza golpeó el mármol dejándolo aturdido.  A horcajadas sobre él, pudo ver aquella sonrisa que el chico le dedicaba, apretando el puño se propuso quitarsela de la cara.

Sus nudillos morenos golpearon su mejilla pálida, una y otra vez, hasta que noto que las manos se le humedecieron por la sangre.  No importaba cuanto le golpeara, incluso con la nariz rota y el ojo comenzando a hincharse, esa sonrisa no se borraba, peor, ese despojo humano comenzó a reírse. Las carcajadas enfurecieron más a la joven, al punto que sacó el cuchillo que tenía escondido en la bota y apretó el filo contra el cuello de su agresor.

- ¿Acaso piensas matarme?


Alyssa tenía los ojos cristalizados, apretaba tanto el mango de madera que tenía los nudillos blancos. La mano le temblaba porque él tenía razón, no podía matar al primogénito del Rey. Un hilo fino de sangre caía por el cuello del príncipe. Sus oídos se destaparon, pudo oír a Fauces ladrar otra vez, como el sonido de las armaduras se acercaba por el pasillo, unos pasos corriendo detrás de ellas. Alguien la agarró por la espalda y la separó del cuerpo que estaba tendido en el suelo. La joven forcejeó dando patadas en alto y blandió el cuchillo como una loca, pidiendo que la soltaran. Aemond solo lo hizo cuando noto que lo que estaba tocando era piel desnuda y no la  tela del vestido. Iracunda la joven dió la vuelta con el arma en alto, dispuesta a atacar, pero esta se quedó en alto cuando reconoció al platinado de pelo largo que estaba delante de ella. El brazo extendido en el aire le temblaba, con rabia mantenía las lágrimas a raya. Pudo ver como las armaduras de la guardia real brillaban bajo las antorchas cuando cruzaron la esquina. Fauces no paraba de ladrar, llamando la atención de cualquiera que estuviera cerca, atrayendo las miradas curiosas de algunos sirvientes.

HATE ME (Aemond Targaryen)Where stories live. Discover now