The smell of the sea (sin editar)

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Este capitulo esta corregido pero sin editar, si deseas seguir leyendo, te advierto de que puede tener fallos.

***

Cuando se despertó lo primero que sintió fue el bamboleo del barco, el cual mecía su hamaca suavemente. Lo siguiente que vio, fue el techo formado con aquella madera plateada. La vida en el navío había comenzado hacía tiempo, gruñó dándose la vuelta, llevaban tres días patrullando las aguas alrededor de los Peldaños de Piedra y se le estaban haciendo eternos. Había enfermado poco antes de llegar a Tarth, su cuerpo se había revelado ante su ingesta excesiva de comida y le estaba haciendo vomitar hasta la papilla que tomó de bebe. Su humor no era el mejor del mundo, estaba hecha una mierda, odiaba estar mala. Sintió la cabeza de Fauces olisqueando la tela en la que estaba tendida y se asomo buscando mimos. Últimamente su querido amigo estaba más pegajoso de lo habitual, no se separaba de ella en ningún momento y siempre estaba alerta a cualquiera que se le acercara. Llegó a pensar que su marido lo había adiestrado para que alejara a la gente. Pero eso era imposible, Fauces solo hacía caso a sus órdenes, por lo que lo achaco a la vejez del animal. El labrador se estaba convirtiendo en todo un cascarrabias. Con un suspiro se bajó de la hamaca y se vistió. Batallo un poco para atarse los pantalones, había subido un par de quilos, acababa tan cansada tras sus encuentros con el príncipe que no podía evitar devorar todo lo que tenía a su paso. Debía de parar o pronto tendría que ir al sastre a que le ensancharan los pantalones. Se recogió la melena rizada en una coleta alta, paladeo un poco sintiendo la boca pastosa. Hizo un par de gárgaras con el agua que tenía en su camarote, antes de salir a cubierta.

El sol la cejo por un segundo, estaba en lo alto del cielo, se maldijo al darse cuenta que había dormido hasta el mediodía. La tripulación hacía horas que había terminado con la limpieza y acondicionamiento del barco para seguir con el rumbo establecido. Muchos de ellos descansaban tranquilamente, mientras se comían la ración del día. El estómago le gruñó ante el pensamiento de llenarlo, pero estando como estaba, seguramente lo vomitaría poco después. De mal humor subió hacia el castillo de proa, Lobo se encontraba dirigiendo la travesía en su lugar, junto a este Emma comía tranquilamente su comida. Se acercó a ellos, o lo habría hecho si Fauces no se hubiera interpuesto entre ambos, marcando distancia. Incluso llegó a gruñir a Lobo cuando intentó acariciarle. Alyssa le riñó, ella no había criado así.

- No se lo que le pasa últimamente a este perro - dijo mientras se restregaba los ojos con una mano frustrada.


Le dolía la cabeza, al punto de que hacía que todo le diera vueltas. Emma miraba a su mejor amiga preocupada, esta no solía ponerse mala muy seguido, y cuando lo hacía se recuperaba con bastante facilidad. Pero aquella vez parecía que la enfermedad no quería despegarse de ella. Se acercó a Alyssa y a su perro guardián, extendió su mano a Fauces para que la pudiera olisquearla. Al reconocer su aroma, se sentó tranquilo en el suelo y la dejó acercarse a su dueña.

- ¿Quizás se esté quedando ciego por la edad y ya no nos reconoce?- preguntó mientras se le rascaba detrás de las orejas- ¿Cómo te encuentras? ¿Te apetece comer algo?


La pelirroja le colocó el plato debajo de la boca, el olor del guiso subió hacia su nariz como un veneno que le revolvió las tripas. Gotas de sudor frío comenzaron a bajar por su espalda. Negó con la cabeza antes de dirigirse a una de las bordas y vomitar lo poco que tenía en el estómago. Emma le tendió su plato a Lobo y se acercó a la muchacha. Con una mano le retiró los bucles sueltos de la cara, mientras que con la otra acariciaba en pequeños círculos su espalda. Al no tener nada en la tripa, lo único que echaba era bilis, el sabor amargo del ácido le quemaba la tráquea. Lágrimas del esfuerzo le bajaron de la mejilla, se quedó un tiempo más de lo necesario, esperando a que las arcadas terminaran. Suspirando se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la madera. Cerró los ojos mientras su respiración se relajaba. No podía sentirse más estúpida, nunca se había mareado en un barco, ni bajo la más fuerte de las tormentas, y mucho menos vomitado. Y ahí estaba ahora, expulsando sus tripas por la boca como si no hubiera un mañana. Maldijo su suerte. Todavía con los ojos cerrados, sintió como Fauces se tumbaba junto a ella y apoyaba la cabeza en su regazo. Las yemas de sus dedos, acariciaban su cabeza peluda mientras se limpiaba los restos de la boca con la otra mano. Lobo se acercó con una bota de agua y se la entregó a su joven capitana para que se aclarara la boca.

HATE ME (Aemond Targaryen)Where stories live. Discover now