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Nina caminaba por el centro de operaciones con dos cafés en la mano, la rusa le había recomendado un café de una cafetería a Luke y ella decidió comprárselo.
—Para tu información iba a tomar esta silla girarla y enterrartela en la garganta.
—Por supuesto, es tu respuesta para todo abrir un agujero en todas partes como en un camión, pero eso no funcionará aquí.—Nina frunció el ceño al reconocer esa voz, y su mente dio click.
Era claramente obvio, estaba en Londres.
—Oh, me funcionará bien.—cuando la rusa llegó por fin, las puertas automáticas se abrieron y las miradas fueron hacia ella.
Nina y Deckard se miraron, era muy claro que ambos se extrañaban y deseaban poder abrazarse pero el orgullo no los dejaba.
—Por supuesto que también estarías aquí.—dijo con ironía, Deckard.
La rusa entró ofendida, pero una leve sonrisa creció en su rostro.
—¡Sorpresa!—Nina rodó los ojos mientras se adentraba y dejaba los cafés en la mesita que estaba justo en el medio. Deckard se dio cuenta de las bebidas y quiso sonreír, ella los había comprado donde el la había llevado la primera vez que fueron juntos a Londres.
—Tardaste mucho solo por dos cafés.—Luke le murmuro, y ella le susurro un lo siento.
—Oh no te preocupes, ella siempre llega tarde.—Deckard y Nina se miraron desafiantes.—Pero me sorprende que te haya pedido perdón.
—Cierra la boca.—la rusa lo apunto, el hombre le sonrió con falsedad.
—¡Oigan! ¿Por que no toman asiento y hablamos de esto?
Luke tomó la silla y la lanzó al vidrio que los separaban de las personas que anteriormente les llamó la atención.
—Tu y yo ya hemos pasado por esto, es una pérdida de tiempo.
—Estoy de acuerdo para variar.
—¿A si? Pues haré esto a mi manera, y si alguien tiene problemas con eso les sugiero que vengan a detenerme.—el hombre se giró hacia los que estaban detrás de ese ventanal.
—Yo no voy a entrar.
—Pues ni yo.
—Bien dicho.—se retiró no sin antes darle una mirada a la rusa.
Nina rodó sus ojos y giró hacia Luke.
—¿Que fue todo eso?
—Larga historia.—Nina salió de ahí también seguida de Luke.
[...]
—Muy bien, ahora que nos deshicimos de ese payaso podemos trabajar.—llegaron a un pequeño centro de cómputo.—Quiero que me muestren cada cámara en el centro de Londres.
