Estuve muy equivocada.

Llevaba dos semanas ejerciendo mi castigo y empiezo a creer que la expulsión no suena tan mal. La biblioteca del campus es demasiado grande hasta tiene dos pisos, lo cual dificulta ordenar los libros y hay ciertas situaciones que impiden desplazarse por la biblioteca con normalidad.

—Sucedió otra vez.

—¿En dónde?—pregunto con curiosidad.

—En la sección de libros de historia.

Arrugo la nariz con disgusto.

—Hay muchas habitaciones en este internado, por qué no buscan una.

—Supongo que el sexo en público es más excitante—dice Jameson, con una sonrisa traviesa asomándose en sus labios.

Pongo los ojos blanco y me doy vuelta, pero sonreí al librero que tenía enfrente.

Sin duda la presencia de Jameson hace los días soportables.

—No creo que sea una práctica así de emocionante—le respondo, mientras coloco un libro en su lugar.

Lo escucho acercarse y veo la mano de Jameson colocando un libro, a la misma altura de mi cabeza.

Contengo la respiración.

Estoy segura de que si me doy la vuelta lo encontraré cerca, con esa sonrisa traviesa y los ojos brillantes llenos de diversión.

—¿Por qué lo dices, Marceline?—agacha la cabeza y siento su respiración caliente al lado de mi cuello—¿Alguna vez lo has hecho en lugar público?—susurra en mi oído.

Siento que el calor crece en mi pecho, levanto los ojos hacia los suyos. Se inclina y se muerde el labio inferior, tentándome.

Caigo en cuenta que Jameson espera una respuesta por mi parte, pero ¿cómo podría responder a eso?

«Oye, Jameson no he tenido sexo en publico, verás ¿sabes lo que es ser virgen? Pues, yo lo soy, así que no he tenido mucho sexo en mi vida. ¿Hiciste la tarea de historia?»

Mierda.

¿Acaso hay una forma correcta de responder?

Sacudí la cabeza en una negativa, y me limite a responder:

—No sexo exactamente.

¿Qué? He dicho que soy virgen, pero no una santa.

La sonrisa de Jameson creció, complacido con mi respuesta.

—Cada vez te haces más interesante, Marceline Dorian.

Jameson está jugando conmigo, tentándome y coqueteando, por alguna extraña razón, eso me gusta.

—Marceline, ¿en dónde estás?

Escuchó una voz llamándome, cuando me volteo veo a Kevin entrando por el pasillo y me separo bruscamente de Jameson.

—Acaba de llegar tu príncipe azul al rescate—me susurra con sorna y lo ignoro.

Cuando Kevin llega me regala una de sus lindas sonrisas y saluda con un gesto de la cabeza a Jameson, quien le responde de la misma manera.

—¿Estás lista? Se nos hace tarde— me pregunta Kevin.

Efectivamente, nuestra clase de matemáticas avanzadas empezaba en 30 minutos, a Kevin y a mí nos gustaba llegar temprano, y aún no había ido por mis cuadernos.

—Solo me faltan ordenar unos pocos libros y..

—Yo lo hago, no te preocupes— me interrumpe Jameson.

Alguien Tiene Que MentirWhere stories live. Discover now