Capítulo 24

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Oasis, Filadelfia. 33 horas menos del Gran Día 11:10 pm

−Hola,−dijo Sandy, dejándose caer en la silla junto a Trish en su mesa habitual en la esquina. Es curioso cómo ese había llegado a ser su lugar. La había estado encontrando allí varias veces a la semana, a veces terminando en el departamento donde Matt y el extraño grupo de personas se reunían, hablando entre ellos de dos en tres, con Matt pasando entre ellos, diciendo algunas palabras, y entonces todos se dispersarían. Nadie le dio mucha atención a Sandy las primeras veces. Una amiga de Trish parecía ser una credencial suficiente.

−Hey,−dijo Trish, balbuceo un poco ya. Se había puesto un top cami con cuello redondo, y una correa delgada colgaba de su brazo como un lazo frágil. Su pelo y su maquillaje se veían un poco gastados también.

−No pensé que iba a poder llegar aquí,−dijo Sandy.−Todos los caminos que entran en esta área están bloqueados. Qué dolor. Tuve que caminar como seis cuadras, y hace mucho calor esta noche.

−Sí, la gran convención,−se burló Trish.−Es todo sobre eso, todo el tiempo ahora. Como el resto de nosotros realmente no importa, así que es genial joder nuestras vidas.

−Sí. Por supuesto, no es como si realmente estuviéramos en el radar de nadie, ¿verdad?−Dijo Sandy.

−Bueno, tal vez eso está a punto de cambiar.−Trish tomó un gran trago de su bebida mezclada.−Quizás reciban el mensaje esta vez.

El pulso de Sandy se aceleró.−Eso sería bueno, ya sabes, para transmitir el mensaje. No sé, hacer que la gente preste atención.

−Esa es la cosa, ¿sabes? Mensajes. Nadie realmente escucha. No se trata de ser jodida por todo y por todos.−Trish apuntó su palito de cóctel a Sandy.−Pero prestarán atención si es más que hablar, ¿verdad?

−Todo es verdad.−Sandy se acercó al tema como si extendiera su mano hacia un animal salvaje, uno que corriera a la primera señal de una amenaza.−Sin embargo, Matt sabe cómo hacer que la gente escuche. ¿Cierto?

−Matt.−Trish sacudió la cabeza como si hubiera cambiado de opinión acerca de lo que quería decir y drenó su bebida.−Necesito otro trago.

−Hey, lo conseguiré.

Sandy se tomó su tiempo para llegar al bar, esperando que un pequeño descanso distrajera a Trish de su obvio objetivo de emborracharse ciegamente. Necesitaba que ella hablara, no se desmayara.

−Tranquilízate con la ginebra,−dijo el cantinero.−Mi amiga podría conducir más tarde.

Él frunció el ceño. Incluso en un lugar como este, los camareros tuvieron cuidado de no dejar salir a los clientes borrachos en la calle que podrían tener accidentes que volverían sobre ellos. Sus motivos no eran altruistas,—solo estaban motivados personalmente.−No la dejes hacer eso, ¿oyes?

−Sí, la tengo cubierta. Pero se dará cuenta si no hay nada en él.

Le entregó una versión aguada de lo habitual de Trish, y Sandy la llevó de vuelta a la mesa. Cuando se sentó, dijo:−Entonces, ¿vendrá Matt? No lo he visto en mucho tiempo, excepto, ya sabes, la semana pasada en tu casa. Pero no tenía mucho que decir.

−No para ti y para mí,−dijo Trish.−No somos importantes.

Sandy se rio.−Me di cuenta de que en realidad nadie habla con nadie, excepto con sus propios pequeños grupos. Eso es extraño para un grupo de amigos.

−Eso es porque no son amigos. Probablemente nunca se conocieron hasta hace unas semanas. Ese es el punto, ¿sabes? Para que nadie sepa realmente nada, para que nadie pueda involucrar a nadie.

11 - COSTE DEL HONORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora